Uno de los elementos más representativos de la infancia son los juguetes. Muñecas, balones, peonzas o canicas han formado parte de la historia de cada niño. Para entender su valor y conocer su evolución a lo largo del tiempo, entrevistamos a Pablo Busó, responsable de Investigación Usuario/a y Valores Educativos de AIJU, el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y Ocio.
La industria del juguete es uno de los sectores punteros en nuestro país, con una facturación de 1.705 millones de euros en 2023. Los datos de este año apuntan a un crecimiento del 3,2%, según la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes. Las categorías más populares son muñecas, juegos y puzles. ¿Cómo ha evolucionado el juguete en las últimas décadas? ¿De qué manera se introduce la innovación y cómo apuesta por la sostenibilidad esta industria? ¿Sigue habiendo sexismo en los juguetes? De estos y otros asuntos hablamos con Pablo Busó, responsable de Investigación Usuario/a y Valores Educativos de AIJU, el Instituto Tecnológico de Producto Infantil y Ocio.
La importancia la mantiene, otra cosa es cómo la gente está ocupando su tiempo. Los estudios que nosotros tenemos muestran que hay más de un 90% de niños que pasan frente a las pantallas más tiempo del que recomiendan los expertos. Se está produciendo el desplazamiento de cómo se ocupa el tiempo, en la infancia y en la etapa adulta, pero la importancia del juego sigue estando ahí.
El juego es un derecho fundamental, recogido en la Declaración de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Como sociedad nos hemos comprometido a promoverlo, tanto a nivel nacional como internacional, y debemos ser conscientes de si estamos dotando a la infancia del tiempo y espacio necesario para que el juego se produzca.
Los adultos dicen que los niños de hoy en día no quieren jugar, y esto no es cierto; en las entrevistas que nosotros hacemos a los niños, lo que nos dicen es lo contrario, que quieren jugar, jugar con sus amigos, que eso es lo que más les gusta, pero esto no se produce, acaso porque no les damos tiempo para ello, y los sobresaturamos con actividades extraescolares u otras actividades con otro tipo de obligaciones.
Ante ese tiempo frente a pantallas no proporcionamos una alternativa. Llegamos cansados y nos tumbamos en el sofá con una pantalla delante, apoltronándonos. El juego requiere una actitud activa, requiere pensar qué es lo que vamos a hacer y proporcionárselo al niño o la niña. Ese es el principal problema. El juego antes se producía de manera espontánea: estábamos aburridos en casa o en la calle y se empezaban a producir interacciones de manera libre, y surgía el juego. Pero ahora estamos en una sociedad en la que parece que nos da miedo aburrirnos o jugar. Además, el móvil nos proporciona de manera pasiva multitud de estímulos, impidiendo que se produzca ese pensamiento, esa interacción, entre otras cosas porque requiere un cierto esfuerzo.
Además está la cuestión de los espacios. Estamos viendo cómo las grandes ciudades se están convirtiendo en espacios prohibitivos para el juego; plazas o jardines tienen a la vista carteles en los que leemos «prohibido jugar a la pelota», por ejemplo. Como sociedad, estamos poniendo trabas para que ese derecho fundamental de la infancia, el derecho al juego, se produzca de manera natural.
«Estamos viendo cómo las grandes ciudades se están convirtiendo en espacios prohibitivos para el juego»
Ha evolucionado, de la misma manera que lo ha hecho la sociedad, porque el juguete, muchas veces, es el reflejo de la sociedad en la que se desenvuelve. Ahora, que haya evolucionado no quiere decir que estemos en un mercado o una sociedad completamente igualitaria.
En AIJU tenemos un proyecto con el que, a través de artículos científicos y otros informes, damos unas pautas de diseño y de evaluación para que, en la comunicación de los propios juguetes, envases de productos o medios de comunicación, se haga de manera igualitaria. El sexismo no está en el juguete, que es un objeto físico, sino que en la interpretación y en el material de comunicación, de ahí que hayamos adoptado guías para tener en cuenta y desarrollar estos juguetes de manera igualitaria.
Hay una clara evolución: sí que vemos cómo cada vez más hay juguetes unisex, cómo, por ejemplo, se trabaja el concepto de empoderamiento de la mujer, cómo cada vez roles que estaban asociados a lo masculino, se feminizan, como las carreras STEM. Pero, insisto, eso no quiere decir que haya igualdad de referentes, condiciones o aspiraciones entre hombres y mujeres, entre niños y niñas.
El juguete es un objeto físico con el que los niños experimentan el juego, sobre todo los juegos de imitación, que permiten interpretar el mundo adulto sin miedo a equivocarse, porque es un juego que reproduce roles que ven en el mundo adulto y que desembocan en sus propias emociones. El juego, el juguete, requiere, insisto, una actitud activa, de ahí que estimule la creatividad, sobre todo los juegos de manualidades y artísticos. Por el contrario, las pantallas la minimizan.
En nuestras investigaciones, tenemos material didáctico que trasladar a la sociedad, basándonos en el libro de texto tradicional y empleando juegos para transferir ese conocimiento. Por ejemplo, en uno de nuestros últimos proyectos, relacionado con la dieta mediterránea, vimos cómo a través de estos juegos, los niños y niñas incrementaron más de un 20% su conocimiento sobre la dieta mediterránea y un 45% su conocimiento sobre alimentos saludables. Es decir, se demuestra cómo, a través de la intervención educativa del juego, se produce un aumento del conocimiento; aparte de eso, también se requiere la implicación, cuando a un niño se le transmiten los conocimientos con actitud activa, como la del juego, la retención de conocimiento es mucho mayor.
«Hay más de un 90% de niños que pasan frente a las pantallas más tiempo del que recomiendan los expertos»
Fundamentalmente, incluyendo la tecnología. Cada vez ha aumentado más la presencia en el sector del juguete. Tenemos la tecnología como sustituto del juguete, pero también la tecnología como parte del propio juguete, hasta llegar al «juguete tecnológico». Otra evolución es la del sexismo, con el rincón rosa y azul cada vez más desfasados, tanto en el punto de venta como en los envases. Asuntos como la accesibilidad también indican una enorme evolución: los juguetes ya han abandonado la hegemonía de la muñeca perfecta, la imperfección está incluida y tiene su punto de vista. Por otro lado, aunque las muñecas caucásicas siguen liderando las listas de ventas, cada vez hay más presencia de etnias.
Tenemos un proyecto que es una herramienta de evaluación para las empresas con la que calibramos el grado de accesibilidad de los juguetes, desde el punto de vista de discapacidad visual, auditiva y motora. También disponemos de una evaluación de juguetes para niños y niñas con discapacidad intelectual. Pero pensamos que el juguete debe ser universal; no debemos crear rincones o espacios específicos para niños con determinadas características, sino buscar a través del juego una pluralidad en la que quepan todos. Apostamos por un juego universal.
El del juguete es uno de los sectores más innovadores. Cada empresa tiene sus propias características, pero hay que tener en cuenta que la vida útil de un producto es de tres años; eso supone que las empresas renuevan su cartera de productos en un 30% de manera anual. Estamos ante un sector altamente estacional con gran capacidad de innovación.
Se ha innovado mucho, incorporando materiales o plásticos sostenibles, reciclados, bioplásticos, con los cartones respetuosos con el medio ambiente y sellos con certificados FSC. Investigamos nuevos materiales y hay un avance hacia la sostenibilidad, pero tenemos que hacer balanza con la seguridad, porque se necesita que los materiales plásticos mantengan una serie de variables constantes. El sector del juguete es uno de los más regulados en cuanto a seguridad, y el material reciclado dependiendo de dónde venga, hace que varíe sus características, lo cual puede ser una barrera a nivel de seguridad.
La otra es el precio: cuando aumenta más de un 5 o un 10 por ciento el precio de un producto, la intención de compra se reduce entre un 70 y un 80 por cien; es decir, una muñeca que cueste 25 euros y tenga un incremento de dos será disuasoria para el 70% de los consumidores. Es un sector altamente sensible al precio. Por tanto, esa transición hacia un mercado más sostenible ha de equilibrarse con la seguridad y el precio final.
Texto: EPD