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Cómo incluir la educación ambiental en la mochila este curso

Educación

Septiembre llega con ilusiones, nervios, reencuentros y ganas de estrenar libros, materiales y hasta propósitos. Es el momento perfecto para decidir qué aprendizajes y valores queremos meter en nuestras mochilas y qué lugar ocupará la educación ambiental en nuestro día a día.

Después del verano, con la mente algo más despejada, es un buen momento para preguntarnos qué nos gustaría aprender durante el nuevo año escolar y qué aspectos del espacio que nos rodea queremos cuidar o transformar. El inicio de curso es también una oportunidad para que el profesorado revise su propia mochila pedagógica: ¿qué valores queremos promover para mejorar nuestro entorno? ¿Con qué recursos contamos? 

La educación ambiental no es una lección aislada ni algo que pueda limitarse a una o varias asignaturas, sino que debería acompañarnos durante todo el curso. Más que una materia, es una forma de entender el mundo y de vivir en él. Es, también, una herramienta de transformación social que puede promover valores tan importantes como el cuidado, la responsabilidad o el trabajo en equipo. 

El inicio de curso es una oportunidad para pensar en qué valores queremos promover para mejorar nuestro entorno.

¿Cómo podemos integrar la educación ambiental de forma transversal? ¿Qué cambios podemos implementar en el día a día? Podemos dar pequeños pasos para integrar la educación ambiental en lo cotidiano, por ejemplo:

  • Aprovechar más el patio del colegio y los espacios al aire libre. Salir del aula permite observar los cambios de estación y descubrir la biodiversidad del entorno. Además, los juegos al aire libre refuerzan el vínculo afectivo con la naturaleza. 
  • Incorporar la sostenibilidad en distintas materias. Hay muchas formas de incluir la educación medioambiental en el currículo escolar: desde escribir un cuento relacionado con el cambio climático o calcular consumos de agua en matemáticas hasta trabajar mapas de ecosistemas en geografía.
  • Fomentar la curiosidad, la participación y la reflexión. Animar al alumnado a explorar su entorno, plantear preguntas o debates sobre cuestiones ambientales o realizar pequeñas investigaciones son algunas de las actividades que podemos promover para impulsar la reflexión y la búsqueda de soluciones compartidas y despertar el interés por el cuidado del medio ambiente.

En este proceso, Naturaliza puede ser un gran apoyo. Como docente, puedes acceder a formación, asesoramiento y acompañamiento, a un espacio colaborativo de encuentro e intercambio de experiencias, así como a materiales y propuestas didácticas adaptadas a diferentes asignaturas y niveles (infantil, primaria y educación especial). Todos estos recursos gratuitos están diseñados para ayudar a docentes a incorporar la educación ambiental de forma transversal en el aula.

El aula es el escenario cotidiano del aprendizaje y puede convertirse en una aliada de la sostenibilidad.

Una mochila que nos acompañe todo el curso

Para dar paso a lo nuevo, conviene dejar atrás lo que no nos aporta y quedarnos solo con aquello que esté en línea con nuestros valores. La mochila que nos acompañe durante todo el curso no debería pesar demasiado, sino resultar útil. Por eso, antes de llenarla, merece la pena pararnos a pensar qué hábitos no queremos seguir arrastrando. Decidir de forma consciente qué dejamos fuera es un ejercicio necesario tanto para docentes como para alumnado. 

Para trabajar esta idea en el aula, podemos utilizar la metáfora de la mochila en una dinámica sencilla: en una cartulina, la clase escribe aquello que quiere cambiar o dejar atrás: malgastar papel, dejar luces encendidas, emplear productos de un solo uso, despilfarrar agua, desperdiciar comida o tirar todo en la misma papelera. En otra cartulina, podemos dibujar una mochila donde cada persona anote un hábito que quiera mantener con constancia, como separar los residuos, emplear botellas reutilizables o usar materiales reciclados. 

También es una oportunidad para reflexionar sobre proyectos o actividades que impliquen a toda la clase y que requieran un compromiso colectivo, como crear un pequeño huerto escolar o buscar estrategias para ahorrar energía o agua. De este modo, la clase construye, desde el primer día, un compromiso individual y colectivo con el cuidado del planeta.

Un aula que promueva la sostenibilidad

El aula es el escenario cotidiano del aprendizaje y puede convertirse en una aliada de la sostenibilidad. Aunque a lo largo del curso se trabajen temas específicos relacionados con el medio ambiente, podemos pensar en temáticas que nos ayuden en el día a día:

  • Rincón del reciclaje. Dedicar un espacio al reciclaje con papeleras de colores e instrucciones claras sobre qué depositar en cada una. Así, no solo se facilita identificar los residuos correctamente, sino que también se fomenta la participación del alumnado, creando hábitos que pueden replicar en casa. A  lo largo del curso, también puedes implementar otras actividades para poner en práctica las 7R.
  • Calendario de frutas, verduras y hortalizas. Dividir la clase en cuatro grupos para crear un mural para cada estación, incluyendo las frutas, verduras y hortalizas de temporada que se cultivan en su entorno. Esto permite fomentar la alimentación saludable y sostenible, a la vez que se conecta con los ciclos de la naturaleza.
  • Exposición de arte sostenible. Crear un espacio donde se muestren manualidades hechas con materiales reutilizados, que se renueve periódicamente. 

Pequeños proyectos que dan buenos frutos

Algunos proyectos de educación ambiental necesitan tiempo para madurar, pero el proceso enseña tanto como el resultado final. Sin duda, los huertos escolares son el mejor ejemplo de ello. Cada estación ofrece la oportunidad de sembrar, recolectar y descubrir los ciclos de la naturaleza. Observar cómo crece una planta y responsabilizarse de su cuidado transmite valores de paciencia, respeto y compromiso. Además, fortalecen las relaciones entre la comunidad educativa y pueden convertirse en espacios de colaboración y participación donde se fomente el trabajo en equipo, la organización y la responsabilidad. No se necesitan grandes instalaciones, aunque sí una buena planificación que tenga en cuenta algunos factores como la ubicación, la preparación del suelo o el tipo de plantas adecuadas al entorno.

También se pueden impulsar pequeños proyectos que atraigan vida al entorno escolar, como crear casitas nido, refugios para mariquitas o comederos de mariposas. Otra idea es crear refugios de sombra con materiales naturales, que permitan reflexionar sobre cómo adaptar los espacios al calor y hacerlos más habitables. Son iniciativas sencillas que demuestran, en la práctica, nuestra capacidad para hacer más habitable cualquier espacio.

El inicio de curso es el momento perfecto para sembrar todos estos valores y dar pequeños pasos hacia un aula más sostenible. Ojalá este curso esté lleno de aprendizajes, proyectos compartidos y pequeños gestos que acerquen a tu alumnado al cuidado del planeta.

¡Mucho ánimo en este nuevo comienzo!

Texto: Inma Mora Sánchez

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