Creativa y comprometida con el planeta, esta editora ha impulsado, entre otros proyectos, la revista ‘Pantera’, que promueve el amor por la naturaleza y la ecología desde la infancia.
Hace ocho años, Cristina Camarena puso en pie dos proyectos con la clara vocación de concienciar a los más pequeños sobre el medioambiente: una editorial, Savanna Books, y una revista, Pantera. Con el tiempo, fue ampliando el público de ambos proyectos, primero dirigiéndose a los adolescentes y luego incluyendo a los adultos. «El propósito es que las familias puedan debatir sobre estos temas, desde los niños hasta los más mayores», afirma. Conversamos con ella para conocerlos mejor.
Pantera es una revista atemporal; es decir, que si ahora lees nuestro primer número, no habrá perdido vigencia, porque trata temas que siguen siendo importantes, desde un enfoque multidisciplinar. Nace, al igual que la editorial, para que los más pequeños mantengan el vínculo con la naturaleza, para que sigan cuidándola y respetándola de adultos. Por eso fuimos abriendo la edad de nuestro público objetivo, para que nadie se quedara fuera.
Ese objetivo que nos marcamos hace ocho años era grande para una editorial pequeña, pero hemos sido este tiempo hormiguitas encaminadas hacia ese objetivo. Lo que más ha calado en este tiempo en nuestros lectores, tanto niños como adultos, ha sido un cambio cultural, no completo –ojalá, no tenemos el poder mágico del cambio rotundo–, pero sí hemos percibido que ha calado un cambio de valores y de cultura que hemos ido transmitiendo, y que es necesario en este momento de colapso climático y policrisis que estamos viviendo. También hemos acentuado los valores humanos, mejorando la sensibilidad de nuestros lectores, su conciencia ecológica, la identidad ecológica, porque somos parte de una red de vida, no estamos por encima de todo. La idea es transmitir que no hay jerarquías en la naturaleza, que todos somos parte de un ecosistema global, que cada cual tiene sus dones y talentos para ponerlos al servicio de la vida y trabajar para procurar un cambio de relato y narrativa. Eso es lo que hacemos, publicar historias inspiradas en cómo funciona la naturaleza para vernos en ese espejo como humanos y no con una desnaturalización que es la que causa tantos problemas.
Al principio, del primer número al 12, cogíamos temas de naturaleza física (montañas, océanos, ríos, insectos…); a partir del 13, el primero de 2024, decidimos abordar los temas de manera transversal, de manera que estuvieran en todos los artículos cuestiones como la gratitud, la empatía, el asombro, la conexión con la naturaleza, la cultura de los cuidados, la creatividad. Esos son los pilares.
Esa acción la realizamos en 2019. Con cada revista desviábamos un euro a la plantación de árboles, pero las entidades con las que trabajamos nos pedían cuatro o cinco euros por árbol; entonces, a través de un crowdfunding, plantamos árboles en Valencia, Galicia y Castellón, hasta lo que pudimos llegar con el recaudado dinero, pero es una iniciativa que no hemos podido continuar, es inviable.
Así es. El segundo año ofrecimos descargables didácticos, gratis con la suscripción, siempre hemos intentado que hubiera un algo más para que la gente que se suscribía a Pantera tuviera beneficios extra. Es imposible rascar mucho de una suscripción para donar a causas sociales. Publicamos en cuatro idiomas, que es un esfuerzo que no está haciendo prácticamente nadie, que es incluso más costoso que plantar árboles. Esto nos convierte en una revista potente en ese sentido.
«Todos somos parte de un ecosistema global, y cada cual tiene sus dones y talentos para ponerlos al servicio de la vida»
Muchas veces nos lo preguntamos, para no relajarnos con la sola idea. Hacemos libros porque sabemos que, a lo largo de la historia, han sido los libros —no lo único, pero los libros—los portadores de cultura. La diferencia entre leer y no leer sabemos cuál es, a dónde conduce, y si leemos y hacemos que las familias lean el cambio de narrativa se produce. El libro tiene un poder especial y así lo ponemos de manifiesto.
Hicimos esta colección de literatura e ilustración con artistas potentes porque queríamos poner la editorial en el punto de mira, de manos de autores con una trayectoria y notoriedad potente a nivel social, como Paula Bonet o Aitor Sarabia, que son altavoces fuertes para inculcar a los lectores valores como el feminismo, la integración, la diversidad… Este tipo de personas maximizaban nuestro mensaje. La unión de pedagogía y arte es clarísima. Uno de los problemas de este mundo es la pérdida de humanidades que estamos viendo en currículos escolares, se van eliminando materias de esta disciplina en detrimento de las ciencias, y es un despropósito porque si algo puede hacer que el mundo mejore es precisamente la parte de humanidades ambientales, un asunto que ahora mismo estamos abordando con intensidad en la editorial. Humanidades medioambientales son letras y ciencias, ciencia y arte. La separación de ambas no nos lleva a ninguna parte buena, sino a la separación de la naturaleza con nosotros mismos, de nosotros mismos con los otros, nos desnaturaliza. Por eso estamos convencidos de que necesitamos hacer pedagogía, sobre todo entre los más pequeños para que no se desconecten de la naturaleza, hablarles de ella para que esa conexión que tenemos de pequeños con la naturaleza se mantenga. Ahí entra el arte contar historias, las artes visuales, etc., el vehículo más poderoso para que la infancia, en este caso vea que el mundo tiene una historia, en el sentido de storytelling, y se vea reflejada, para ir a una humanidad más civilizada.
Esto también lo teníamos claro desde el principio, no queríamos subproductos, algo estéticamente de mala calidad, haciendo uso de ese pensamiento de que a los niños se les puede dar cualquier cosa; al contrario, a los niños hay que darles la excelencia, porque no son subproductos los niños. Para nosotros, la ética y estética han de ir unidas; de nuevo estamos empeñados en separar las cosas, y la separación nos lleva a compartimentos estancos que no son buenos. La profundidad de los temas que tratamos ha de abarcar las dos polaridades de todo, de mente y de cuerpo, de lo femenino y lo masculino, de la ética y la estética… Nuestros libros no podían ser flojos a nivel estético porque no conseguiríamos lo que queremos: libros que, al tiempo que contienen un relato potente, son de una enorme belleza visual. Así el mensaje llega completo.
«Desde Savanna Books y Pantera apostamos por la regeneración; no se trata solo de no dañar el medioambiente con nuestras acciones sino de curarlo, de reparar el daño que hemos hecho»
Empezamos dirigiéndonos al público infantil, y lo fuimos ampliando a adolescentes y adultos, un camino natural por nuestra visión holística de la vida. Con adultos y adolescentes de lectores cambia la profundidad de texto, pero de manera transversal siempre transmitimos el mismo mensaje, que es el mensaje de transición ecosocial. A los más pequeños no puedes hablarles con palabras grandilocuentes, a los mayores, sí, así que se trata de hacer un poco de juegos malabares a la hora de redactar los textos acordes con la edad, pero el mensaje es el mismo: identidad ecológica del ser humano, ecofilosofía, promoción de valores ambientales, cambio de paradigma… Vemos la editorial como una posibilidad de lectura para toda la familia, tratamos que se creen conversaciones en las casas donde todo el mundo pueda tener su voz, sea hablando de hormigas o de cambio de paradigma ecosocial, que haya conversación para todos.
Se habla mucho de sostenibilidad con la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, todo está en términos de sostenibilidad, pero en estos momentos hay que dar un paso más allá y no solo ser sostenible (reciclar, coger la bici, etc.). Estamos en un momento muy crítico y desde Savanna Books y Pantera apostamos por la regeneración, que es un término que sonará mucho en los próximos años; no se trata solo de no dañar el medioambiente con nuestras acciones sino de curarlo, de regenerarlo, de reparar el daño que hemos hecho. Salgamos a arremangarnos, a regenerar ríos, como están haciendo en Valencia. En la Albufera hay mucho movimiento vecinal de regeneración, por ejemplo. Hay que dejar de pensar que el sistema dominante, este capitalismo neoliberal, es lo que el mundo necesita porque es un sistema que no puede funcionar mucho más tiempo si queremos un futuro. Y, sobre todo, hay que empezar a regenerarse uno mismo, trabajar nuestra parte interna; desde hace cinco años hemos hecho nuestro el movimiento de los Objetivos de Desarrollo Interior, que no son tan conocidos, pero son paralelos a los que todo el mundo conoce. Las acciones están muy bien, pero nuestro interior ha de ir parejo, tiene que ver cómo estamos por dentro las personas, y cómo nos posicionamos frente al sistema, cómo damos valor a cosas que se han ido abandonando, como la comunidad, la gratitud, la empatía, la sensibilidad, la conexión con la naturaleza… Si no cambiamos nosotros, el resto serán tiritas; insuficientes, en cualquier caso.
Si la mitad de lo que se publica en vez de banal o superficial fueran contenidos de mayor sensibilización y concienciación, las cosas cambiarían, y mucho más rápido. Todos estamos en redes sociales, desde el más superficial hasta el más profundo, y con el algoritmo, lo que hacemos es ver más y más contenidos similares. Depende de lo que busques. Las redes te pueden enseñar, te surten de una alimentación saludable o de una dieta saturadas de grasas. Si navegas buscando violencia, encontrarás más y más violencia; si estás preocupado por cuestiones sociales, cuestiones sociales encontrarás. Por un lado, son un instrumento poderoso y, por otro, y al mismo tiempo, no deberíamos pasar mucho tiempo frente a una pantalla.
Es importante saber transmitir que el medioambiente no es algo ajeno a nosotros, que formamos un todo con él, que lo que suceda en él nos afecta y repercute. Creo que hay que ser capaces de mandar mensajes claros, amenos, de manera que ese algoritmo nos haga navegar en este tipo de información que sensibiliza y conciencia.
Texto: Esther Peñas