Céline Cousteau conoce bien el delicado estado de salud del planeta, pero elige mirar al futuro con optimismo. Directora de documentales, psicóloga, exploradora y activista, la nieta del legendario oceanógrafo Jacques-Yves Cousteau quiere que sus historias inspiren acciones concretas para dejar un mundo habitable a las próximas generaciones.
«Escojo ser optimista porque, si no, nos paralizamos y no hacemos nada. Lo importante es decidir que podemos hacer un cambio y hacerlo», afirma Céline Cousteau. Nacida en California en 1972, creció entre océanos, selvas y cámaras de grabación. Su abuelo fue Jacques-Yves Cousteau, pionero de la exploración oceánica y divulgador visionario, que acercó la vida submarina al gran público como nadie antes. Pero su abuelo no era el único aventurero de la familia: su abuela, Simone Melchior, fue buceadora y pasó más tiempo que nadie a bordo del Calypso; su madre, Nancy Marr, era fotógrafa; y su padre, Jean-Michel Cousteau, explorador, ambientalista y documentalista.
Hoy, Céline Cousteau dirige documentales y ofrece conferencias y talleres por todo el mundo para sensibilizar sobre la interconexión entre los seres humanos y el planeta. Estudió Psicología y Relaciones Internacionales y, con esa mirada interdisciplinar, fundó en 2012 CauseCentric Productions, una organización que combina el relato audiovisual con el activismo. Su objetivo no es solo contar historias, sino movilizar a la gente para generar cambios reales.
Convencida de que la comunicación es una herramienta de transformación, ha compartido su mensaje en foros como la ONU, el Foro Económico Mundial o el Concordia Summit. En 2024 formó parte de la expedición Space2Sea a la Antártida, en la que participaron astronautas y referentes de distintas disciplinas científicas para conocer mejor el impacto de nuestras acciones en el futuro del planeta.
Actualmente, Cousteau tiene en marcha diferentes proyectos: prepara varias series documentales, colabora con centros de retiro para promover el bienestar natural y se embarcará en 2026 en una nueva travesía para documentar el Amazonas desde su nacimiento hasta el Atlántico. También forma parte del consejo del Acuario Nacional de Baltimore, el primero en Estados Unidos en planear el traslado de delfines a un refugio marino.
No podemos cuidar el planeta si partimos de la idea de que todo está perdido o de que no tenemos capacidad para actuar.
Uno de los trabajos más destacados de Céline Cousteau es el documental Tribes on the Edge (2019). Este proyecto, realizado durante tres años, inició con el correo de un líder indígena del pueblo Marúbo, quien pidió a la documentalista que volviera a la Amazonía para contar la historia de su comunidad. Cousteau y su equipo documentaron la situación del Vale do Javari, que con una extensión de más de 85.000 kilómetros cuadrados es la segunda mayor reserva indígena de Brasil y uno de los mayores sumideros de carbono del planeta.
Sin embargo, diversas actividades humanas externas están poniendo en peligro la vida de las más de 5.000 personas indígenas de seis tribus distintas —algunas sin contacto con el exterior— que habitan este territorio. La entrada de enfermedades como la hepatitis, la expansión de la minería ilegal y la creciente deforestación son solo algunos de los problemas que se suman a la inacción gubernamental. Por eso, la película muestra que la supervivencia de estos pueblos (y la nuestra) está estrechamente ligada a la del ecosistema: cuando se destruye el territorio, no solo se pierde biodiversidad, sino que también se vulneran derechos humanos y se rompen formas de vida que han sabido habitar la selva sin arrasarla. En ese sentido, el documental se convierte en una interpelación: ¿qué lugar ocupamos en esta red de interdependencias? ¿Qué responsabilidad tenemos en su defensa?
A partir de la realización del documental Tribes on the Edge, también se creó The Javari Project, una organización que apoya a estas comunidades en el terreno.
Frente a problemas globales como la crisis climática, es habitual que sintamos que nuestras acciones individuales no tienen el impacto que buscamos. Sin embargo, Céline Cousteau lo tiene claro: no podemos cuidar del planeta si partimos de la idea de que todo está perdido. No se trata solo de señalar a quienes están en las élites, sino de asumir que todos y todas podemos hacer algo desde nuestro lugar.
«Es culpable cada persona que no hace lo máximo posible dentro de su capacidad, ya sea un gesto pequeño o un gesto grande. Creo que a cada nivel todas las personas tienen que actuar: los políticos, los empresarios, los individuos… porque tenemos esa capacidad, pero no podemos echar la culpa solamente a una persona o a un sector de la sociedad», afirmaba en una entrevista.
A partir de esta reflexión, podemos plantear en el aula distintas actividades que ayuden al alumnado a tomar conciencia de su papel en el cambio y a identificar acciones concretas según su entorno y posibilidades. Desde dinámicas para explorar nuestra conexión con la naturaleza hasta propuestas para investigar iniciativas locales o crear campañas de sensibilización, hay muchas formas de transformar la inquietud en compromiso.
CauseCentric Productions combina el relato audiovisual con el activismo: su objetivo no es solo contar historias, sino movilizar a la gente para generar cambios reales.
En 2024, Cousteau participó en la iniciativa Healthy Cities, impulsada por Sanitas, que animaba a miles de personas a caminar al menos 6000 pasos al día durante dos meses y dejar el coche en casa al menos un día a la semana. Se trata de una forma de cuidar de la propia salud y también de la del planeta. Además, por cada participante que logra el reto, se apoyan proyectos de reforestación urbana en colaboración con organizaciones como WWF.
Este tipo de propuestas nos recuerdan que un gesto individual multiplicado por millones puede tener un gran impacto. ¿Qué pasaría si cada persona hiciera una pequeña acción por el planeta?
Objetivo: Comprender que pequeñas acciones pueden tener un gran impacto colectivo.
Desarrollo:
En sus exploraciones, Céline Cousteau ha podido conocer de cerca muchos de los problemas ambientales. Después, ha utilizado el poder de las historias para movilizar a la población. A partir de su ejemplo, podemos realizar actividades centradas en el conocimiento del entorno y en la búsqueda de soluciones.
Objetivo: Explorar el entorno y aprender a contar un problema ambiental para que otras personas entiendan por qué es importante actuar.
Desarrollo:
Céline Cousteau nos recuerda que las historias no solo sirven para entender el mundo, sino para transformarlo. Sus proyectos muestran que cada gesto, cada relato y cada acción pueden convertirse en una pieza clave de un cambio colectivo mucho mayor. Y que, para lograrlo, sólo hace falta una cosa: tener una actitud positiva.