En 1960, Jane Goodall observó que un chimpancé utilizaba una rama para pescar termitas, un acto que hasta entonces se consideraba una habilidad exclusivamente humana. Como pequeño homenaje tras su muerte, exploramos la vida y el trabajo de Goodall, recordando la importancia de enseñar acerca de una figura como la suya en las aulas.
Hablar de Jane Goodall es hablar de una mujer que cambió la forma en que comprendemos a los animales y, sobre todo, a los chimpancés. Nacida en Londres en 1934, su historia es la de una niña curiosa que pasaba horas observando gallinas en el jardín de su casa, tratando de entender cómo ponían huevos. Esa paciencia y una mirada atenta a los pequeños detalles de la vida serían el preludio de una de las carreras científicas más extraordinarias del siglo XX. Con apenas 23 años, movida por el sueño infantil de conocer a los animales salvajes y escribir sobre ellos, viajó a Kenia y conoció al paleoantropólogo Louis Leakey, quien quedó impresionado por su pasión y su capacidad de observación. Fue él quien le dio la oportunidad de viajar al Parque Nacional Gombe, en Tanzania, para estudiar a los chimpancés en libertad. Era 1960 y Jane Goodall llegaba con un cuaderno, unos prismáticos y una determinación férrea. Nadie imaginaba entonces que aquella joven iba a reescribir las reglas de la etología.
Hasta entonces, los estudios sobre animales salvajes se hacían desde la distancia, con una mirada fría y analítica. Goodall rompió ese patrón, cuestionó la mirada antropocéntrica de la ciencia y decidió tratar a los chimpancés como seres con emociones, relaciones y personalidades propias, llegando incluso a darles nombre (David Greybeard, Flo, Fifi). Su método desconcertó en un principio a la comunidad científica, pero los resultados fueron tan revolucionarios que nadie pudo ignorarlos. Goodall observó cómo fabricaban herramientas a partir de ramas para capturar termitas, cómo cazaban pequeños mamíferos y cómo cooperaban o se enfrentaban entre ellos con sorprendente violencia; muchos comportamientos que hasta entonces se creían exclusivos del ser humano. Con estas observaciones, la etóloga pensó que la frontera que solía separar al hombre del animal quedaba desdibujada para siempre. Leakey lo resumió con una frase célebre: «Ahora debemos redefinir el concepto de herramienta, redefinir el concepto de hombre o aceptar a los chimpancés como humanos». A partir de ahí, Jane Goodall no solo se convirtió en la mayor experta mundial en chimpancés, sino también en una figura esencial para el pensamiento ecológico moderno. Con sus descubrimientos, nos obligó a mirar al reino animal con humildad y respeto.
Goodall cuestionó la mirada antropocéntrica de la ciencia y decidió tratar a los chimpancés como seres con emociones, relaciones y personalidades.
En los años 80, Goodall decidió dejar atrás la selva para recorrer el mundo y defender la conservación del planeta. Así nació el Instituto Jane Goodall, una organización dedicada a la investigación, la educación ambiental y la protección de especies amenazadas. Su labor no se limitó a los chimpancés, pues en sus conferencias y libros, Goodall ha repetido una idea esencial: «No puedes pasar un solo día sin dejar huella en el mundo que te rodea. Lo que haces marca la diferencia y tienes que decidir qué tipo de diferencia quieres marcar». Con una voz suave pero firme, ha hablado ante líderes políticos, estudiantes y comunidades locales, recordándonos que cada gesto cuenta. Una de sus iniciativas más inspiradoras es Roots & Shoots (Raíces y Brotes), un programa educativo presente en más de 60 países que anima a los jóvenes a actuar por los animales, las personas y el medio ambiente. Nació en 1991, cuando un grupo de estudiantes tanzanos le preguntó qué podían hacer para cambiar el mundo.
Con el objetivo de despertar este interés en los alumnos y que conozcan la biodiversidad a través de la imaginación, desde Naturaliza proponemos desarrollar la actividad de Si los animales hablaran… Para llevarla a cabo, cada alumno debe pensar en un animal o insecto que le parezca interesante y, en una hoja, escribir su nombre, el lugar donde vive, la razón por la que considera que es importante y una frase inventada como si el animal hablara (por ejemplo: «Soy la abeja y sin mí no habría flores»). Al finalizar, el estudiante compartirá su propuesta con el resto del grupo.
Otra opción es La entrevista imposible: los alumnos preparan preguntas imaginarias para entrevistar a Jane Goodall. ¿Qué le motivó a ir a África? ¿Tuvo miedo? ¿Qué aprendió de los chimpancés? Entre todos buscan la respuesta para conocer mejor a la etóloga.
Por último, sugerimos también La cadena invisible. Para ello, el docente reparte tarjetas con nombres de animales, plantas y elementos del entorno (sol, lluvia, suelo, abeja, flor, pájaro, árbol…). Los alumnos deben conectar su tarjeta con otras para formar la red trófica de ese ecosistema. Al final, se reflexiona sobre qué ocurre si desaparece uno de los eslabones. El objetivo es comprender cómo funciona interdependencia entre especies.
La reconocida científica falleció el 1 de octubre de 2025 a los 91 años por causas naturales.
Jane Goodall recibió más de cien reconocimientos internacionales, incluido el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2003, doctorados honoris causa de más de 45 universidades y distinciones como el Kyoto Prize, la Legión de Honor francesa, el Templeton Prize, el nombramiento como Dama Comandante de la Orden del Imperio Británico y la designación por Kofi Annan como Mensajera de la Paz de Naciones Unidas en 2002. La reconocida científica falleció el 1 de octubre de 2025 a los 91 años, en California, por causas naturales.
Su vida demuestra que la curiosidad y la empatía pueden cambiar la historia tanto como cualquier descubrimiento científico. También que escuchar a los animales y al planeta puede ser una forma de conocimiento tan poderosa como cualquier fórmula o ecuación. Queda en el recuerdo para siempre el emotivo abrazo que recibió de Wounda, una chimpancé a la que devolvió la libertad en 2013 en el Congo y que, poco después de salir de la jaula, la miró y abrazó en gesto de gratitud, demostrando la vida de entrega que Goodall ha ofrecido a esos animales, a los que considera «nuestros parientes más próximos».
Texto: Rafael Hernández