En un mundo donde el cambio climático ya es una realidad, entender qué países contaminan más, por qué lo hacen y qué consecuencias tiene es fundamental para atajar sus consecuencias.
¿Sabías que solo 20 países son responsables de más del 80% de las emisiones contaminantes globales? Conocer los países más contaminantes ayuda a entender el impacto global de la contaminación y cómo nuestras acciones pueden contribuir al cambio.
En el aula, hablar de este tema es una oportunidad para enseñar geografía, ciencias naturales y responsabilidad ciudadana.
No todos los países contaminan de la misma manera. Algunos lo hacen a gran escala y otros, aunque generan menos contaminación en términos absolutos, pueden tener altos niveles de contaminación per cápita. Ser un país contaminante no solo implica cuánto se contamina, sino también cómo, por qué y con qué consecuencias para el planeta y las generaciones futuras.
Los GEI, como el dióxido de carbono (CO₂), son los principales responsables del calentamiento global y se producen sobre todo al quemar carbón, petróleo y gas para obtener energía. Países como China, Estados Unidos e India son los que más gases emiten a la atmósfera debido a su dependencia de estos combustibles.
Las partículas PM2.5 y PM10 provienen de la combustión de vehículos, de las industrias y la quema de residuos, y son peligrosas porque penetran en los pulmones y afectan a la salud. Según el Índice de Calidad del Aire (AQI), países como Bangladés, Pakistán y la India tienen los peores niveles de polución atmosférica.
Algunos países, aunque no sean los mayores emisores de CO₂, son responsables de otra forma de contaminación menos visible pero igual de preocupante: la huella ecológica. Esta métrica, creada por la Red Global de la Huella Ecológica, mide cuántos recursos naturales consume un país en relación con lo que el planeta puede regenerar. El resultado es alarmante: si todo el mundo viviera como un ciudadano medio de Estados Unidos o Luxemburgo, se necesitarían cinco planetas Tierra para satisfacer la demanda de recursos.
La contaminación no es solo culpa de «los países grandes», sino del modelo económico, la energía que usamos y las decisiones que tomamos todos los días.
Para saber quién contamina más, los expertos utilizan diferentes formas de medida. Las tres más importantes son: cuántos gases contaminantes emite un país en total, cuántos emite cada persona, y cómo de limpio está el aire que se respira.
Cuando se habla de qué países contaminan más en total, se cuentan las emisiones totales de CO₂ de un país entero. Según los datos más recientes del Global Carbon Project (2024), los países que más CO₂ lanzan a la atmósfera son:
Estos países tienen grandes industrias, muchos coches y una alta demanda de electricidad, por eso sus emisiones son tan altas. Pero hay que tener en cuenta que también son países con muchos habitantes, como China o India.
Otra forma de medir la contaminación es por persona, lo que se llama emisiones per cápita. Esto es, cuánta contaminación produce cada habitante del país, en promedio. En este caso, países con menos población pero mucho consumo de energía aparecen en los primeros lugares. Por ejemplo:
Estos países, aunque son pequeños, tienen muchas industrias y usan grandes cantidades de petróleo y gas, lo que hace que su huella por persona sea muy alta.
Además de los gases invisibles, ya hemos mencionado las partículas PM2.5. Según el informe de IQAir (2024), los países con el aire más contaminado del mundo son:
En estos lugares, muchas veces se quema carbón o madera para cocinar o calentar las casas, y hay pocas normas para controlar el humo de los coches o fábricas. Como resultado, el aire está muy contaminado.
Hace unas décadas, sobre todo en los años 70 y 80, los países que más contaminaban eran Estados Unidos y varios países de Europa occidental, especialmente por las fábricas y los coches. Hoy en día, aunque siguen emitiendo bastantes gases, se han tomado medidas para reducir la contaminación.
La restricción de acceso, circulación y estacionamiento de los vehículos contaminantes en zonas de bajas emisiones (ZBE) o la Directiva de Prevención y Control Integrado de la Contaminación (IPPC), que obliga a las instalaciones industriales a obtener permisos ambientales y a aplicar las mejores técnicas disponibles para minimizar las emisiones a aire, agua y suelo, son algunos ejemplos de estas prácticas.
Por otro lado, países como China e India han crecido mucho en los últimos 20 años. Este rápido desarrollo ha hecho que también aumente su contaminación, un fenómeno que no solo se explica por el crecimiento de infraestructuras, sino también por el incremento de vehículos e industrias altamente contaminantes.
En clase los alumnos pueden localizar en un mapa los países más contaminantes que se mencionan en este artículo, y discutir qué medidas podrían tomarse para reducir su impacto.
Otra actividad sería escoger un país de estos rankings y preparar una ficha con tres datos: cuánta gente vive allí, cuánta contaminación produce y cómo se ve afectado su aire. Luego pueden ponerlo en un mural titulado ¿Qué país contamina más y por qué?. Esto les ayudará a entender que la contaminación no es solo culpa de los países más poblados, sino del modelo económico, el nivel de desarrollo o, la energía que usamos. Así como a entender que y las decisiones cotidianas que tomamos todos los días, como el uso del coche o el consumo excesivo, también afectan.
La contaminación no ocurre igual en todos los lugares del planeta. Hay varios factores que explican por qué unos países contaminan más que otros.
Uno de los factores más importantes es cómo se obtiene la energía. Muchos países usan todavía carbón, petróleo o gas natural para producir electricidad, hacer funcionar sus fábricas o mover coches. Estos combustibles, aunque son muy potentes, generan muchos gases contaminantes.
Por ejemplo, países como China o India siguen utilizando mucho carbón, lo que aumenta sus niveles de emisiones. En cambio, otros países, como Suecia o Costa Rica, apuestan por energías limpias, como la solar, la eólica o la hidroeléctrica, y contaminan mucho menos. Cuanta más energía renovable usa un país, menos contamina.
Cuando un país se desarrolla muy rápido y construye muchas fábricas, carreteras y edificios, también consume más energía y genera más residuos. Este crecimiento urbano, si no se planifica bien, puede aumentar la contaminación del aire, del agua y del suelo.
Las grandes ciudades, con muchos coches, industrias y personas, suelen tener más problemas de contaminación. Por ejemplo, en ciudades como Delhi (India) o Ciudad de México, el tráfico y la actividad industrial provocan que el aire esté más contaminado.
Tener normas ambientales es fundamental, pero más importante aún es que se cumplan. Algunos países tienen leyes que limitan las emisiones de las fábricas, controlan los residuos tóxicos o vigilan la calidad del aire, pero si no se hacen cumplir, la contaminación sigue creciendo.
Países como Alemania o Canadá tienen reglas estrictas sobre el medioambiente y muchas inspecciones. Por ejemplo, la exigencia de auditorías ambientales regulares para instalaciones industriales potencialmente contaminantes o la modificación de normas para combatir el greenwashing. Otros, en cambio, aunque tengan leyes, no las aplican con la suficiente fuerza, y eso hace que la contaminación no se reduzca.
A veces, la forma del terreno y el clima también influyen. Por ejemplo, hay ciudades que están rodeadas de montañas y no tienen buena ventilación natural, lo que hace que el aire contaminado se quede atrapado.
Esto pasa, por ejemplo, en Santiago de Chile o La Paz (Bolivia), donde los vientos no siempre ayudan a limpiar el aire. También hay zonas con pocos árboles o lluvias escasas, que tienen más dificultad para «limpiar» el ambiente de forma natural. Esta ausencia de vientos y lluvias, que resulta en un aumento de óxido de nitrógeno en el aire, forma una especie de nube grisácea que se puede observar en varias ciudades españolas, conocida como «boina de contaminación».
Las estaciones meteorológicas registran estos niveles mediante los índices de calidad del aire, que tienden a subir cuando registran mayor concentración de partículas y gases nocivos.
Una de las actividades que podemos realizar en el aula es convertirnos en Detectives del Planeta. Dividimos la clase en pequeños grupos y asignamos a cada uno un país. Los alumnos deberán investigar (con ayuda del profesor o en casa) cuáles de estos cuatro factores influyen más en la contaminación de su país. ¿Depende del carbón? ¿Tiene muchas ciudades grandes? ¿Tiene claras leyes ambientales? Después, cada grupo puede hacer una breve exposición en clase o crear una ficha para un mural bajo el título ¿Por qué este país contamina?.
La contaminación no solo ensucia el aire o el agua, afecta a otros muchos factores.
Cuando los países emiten muchos gases de efecto invernadero, como el CO₂, la temperatura de la Tierra sube. Esto contribuye al cambio climático, cuyos efectos son cada vez más visibles.
Se dan con más frecuencia sequías largas, inundaciones intensas, tormentas muy fuertes y olas de calor. En algunos países ha llovido tanto en un solo día como en todo un mes en el pasado, y en otros hace tanto calor que se pierden cultivos enteros. Todo esto pone en riesgo a las personas, las cosechas, los animales y los ecosistemas.
Respirar aire contaminado no es bueno para el cuerpo, especialmente para los pulmones y el corazón. Muchas personas que viven en ciudades con altos niveles de polución se enferman más a menudo, tienen tos, alergias o problemas como el asma. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire causa 7 millones de muertes prematuras al año.
Los ríos, mares y bosques también sufren con la contaminación. Muchas especies de animales pierden su hábitat, es decir, el lugar donde viven, porque se contamina o desaparece.
La basura, los productos químicos y el cambio del clima están provocando que muchos animales se encuentren en peligro de extinción. Además, los ecosistemas se desequilibran: si desaparece una especie, puede afectar a otras que dependían de ella.
Limpiar la contaminación cuesta mucho dinero, igual que poner remedio a los desastres que provoca. Los gobiernos deben gastar parte de su presupuesto en hospitales, reparaciones tras desastres naturales y ayudas para las personas afectadas. Además, los más perjudicados suelen ser los que menos recursos tienen. Esto genera lo que se llama injusticia ambiental: algunas comunidades o países contaminan más, pero quienes sufren las consecuencias son los que tienen menos medios para defenderse.
Vamos a contar en clase Historias de un planeta afectado. Dividiremos a los estudiantes en pequeños grupos y a cada grupo se le asignará una de estas consecuencias: el clima, la salud, la naturaleza o la economía. Su misión será inventar una pequeña historia ilustrada en la que se vea cómo impacta cada una de estas consecuencias en el planeta y en los seres que lo habitamos. Después, podrán compartir su historia con el resto de la clase.
La contaminación no conoce fronteras, por lo que la solución debe ser global.
Aunque la contaminación sigue siendo un problema global, algunos países han demostrado que es posible cambiar y mejorar. A través de políticas efectivas, energías limpias y tecnologías sostenibles, varios gobiernos están logrando reducir sus niveles de emisiones y proteger mejor el medioambiente.
Uno de los ejemplos más destacados es el de Suecia. Este país ha adoptado medidas muy concretas para luchar contra el cambio climático, como aplicar impuestos al carbono, lo que significa que quienes contaminan más deben pagar más. Además, han invertido mucho en energías limpias como la solar o la eólica, demostrando que es posible generar electricidad sin dañar el planeta. Gracias a estas decisiones, el país ha conseguido reducir notablemente sus emisiones contaminantes.
Otro caso interesante es el de China. Aunque es uno de los países que más contamina en términos absolutos, ha comenzado a dar pasos firmes hacia un modelo más sostenible. En el primer trimestre de 2025 logró reducir sus emisiones de dióxido de carbono en un 1,6% respecto al año anterior. Esto ha sido posible gracias a la instalación masiva de tecnologías limpias y al crecimiento de la energía solar y eólica. Es un buen ejemplo de cómo incluso los países más contaminantes pueden transformarse si apuestan por nuevas formas de energía.
Las tecnologías limpias, como la energía solar, la eólica o la hidroeléctrica, son claves en esta transición. A diferencia de los combustibles fósiles, estas fuentes de energía no emiten gases contaminantes y permiten producir electricidad de forma sostenible. Cuantos más países utilicen estas tecnologías, más rápido se podrá reducir la contaminación a nivel global.
Aunque algunos países son responsables de una gran parte de la contaminación mundial, muchos de ellos también han asumido compromisos para reducir su impacto en el medioambiente. Estos compromisos forman parte del Acuerdo de París, un pacto internacional firmado por casi todos los países del mundo en 2015, donde se establecen objetivos climáticos para limitar el aumento de la temperatura del planeta y evitar consecuencias graves del cambio climático, como sequías extremas, incendios o inundaciones.
Estos compromisos no se toman de forma aislada. Están alineados con un plan más amplio, la Agenda 2030, aprobado por la ONU y formado por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Uno de estos objetivos, el número 13, se centra en la acción por el clima. Su meta es que todos los países trabajen juntos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, adaptarse a los efectos del cambio climático y proteger el planeta para las generaciones futuras. La Agenda 2030 no solo pide actuar a los gobiernos, sino también a las empresas y los ciudadanos, porque el problema del cambio climático nos afecta a todos.
Frente al gran problema de la contaminación, cada uno de nosotros puede formar parte de la solución. Aunque los gobiernos y las empresas tienen una gran responsabilidad, nuestras decisiones diarias también cuentan.
A nivel individual, podemos reducir el uso del coche privado, caminar más, usar la bicicleta o el transporte público. En casa, podemos optar por energías renovables siempre que sea posible, apagar los aparatos eléctricos cuando no se usan –priorizando así la eficiencia energética– y ahorrar agua. También es fundamental aplicar la regla de las 7Rs: rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar, recuperar y reciclar.
Además de las acciones individuales, es muy importante el papel de las políticas públicas. Los gobiernos deben crear leyes que protejan el medioambiente, promover el uso de energías limpias y ayudar a que las ciudades sean más sostenibles. Pero esto no se logra en soledad: la cooperación entre países es clave para compartir conocimientos, tecnologías y estrategias que ya están funcionando en otros lugares. La contaminación no conoce fronteras, por lo que la solución debe ser global.
Otro elemento esencial es la educación. Desde edades tempranas, los niños y niñas deben aprender por qué es importante cuidar el planeta y qué acciones pueden tomar para hacerlo. La escuela es un espacio ideal para fomentar esta conciencia ambiental. También lo es la participación ciudadana: iniciativas locales contra la basuraleza como recogidas para liberar los entornos naturales de residuos, plantar árboles o hacer campañas de reciclaje pueden marcar la diferencia y, además, enseñar valores como la responsabilidad, la solidaridad y el respeto por el entorno.