Edward O. Wilson, el Darwin del siglo XXI

Biodiversidad

Con motivo del Día de la Biodiversidad profundizamos en la biografía de quien fue llamado el nuevo Darwin, el señor de las hormigas o el padre de la biodiversidad. Pero más allá de los apodos, Edward O. Wilson fue un científico que dedicó su vida a mirar el mundo de cerca. Desde una hoja cubierta de insectos hasta los grandes dilemas éticos de la humanidad, Wilson nos invita a reconectar con la naturaleza y a protegerla antes de que sea demasiado tarde.

Hablar de Edward O. Wilson es descubrir a uno de los biólogos más influyentes del siglo XX y principios del XXI. A lo largo de su extensa carrera, este naturalista estadounidense nacido en 1929 revolucionó la forma de entender el comportamiento animal y la evolución, y se convirtió en una de las voces más firmes en defensa de la biodiversidad. Con más de 400 artículos científicos y una treintena de libros publicados, algunos de ellos galardonados con el Premio Pulitzer (La naturaleza humana y Las hormigas), Wilson es considerado como uno de los 100 científicos más importantes en la historia.

Desde muy joven, Wilson sintió una conexión profunda con la naturaleza. La historia cuenta que perdió la visión de un ojo durante su infancia, lo que lo llevó a centrar su atención en el mundo de los insectos, especialmente las hormigas. Esta aparente limitación visual no fue un obstáculo, sino un estímulo, ya que gracias a ella, Wilson desarrolló una extraordinaria capacidad de observación y un amor profundo por la vida diminuta de nuestro planeta. Con el tiempo, se convertiría en el mayor experto mundial en mirmecología, la ciencia que estudia a estos fascinantes insectos sociales.

Un camino de hormigas

Edward O. Wilson no se detuvo en el estudio de los insectos, pues su ambición científica era mucho más amplia. Buscaba comprender cómo evolucionan las sociedades animales y qué vínculos pueden trazarse con el comportamiento humano. Esta inquietud lo llevó a desarrollar conceptos revolucionarios como la sociobiología, una disciplina que explora las raíces biológicas de los comportamientos sociales. Su libro Sociobiología: la nueva síntesis (1975) fue recibido con entusiasmo, pero también con polémica, por atreverse a aplicar teorías evolutivas al comportamiento humano. Sin embargo, Wilson no pretendía reducir la complejidad de lo humano a un mero instinto genético. Su propósito era abrir nuevas vías de reflexión sobre el lugar del ser humano en el entramado de la vida; un entramado que él defendía con pasión, tanto desde la ciencia como desde la ética. Hoy en día, muchos consideran que la sociobiología es uno de los pilares fundamentales para entender la evolución del comportamiento animal.

Su pensamiento interdisciplinar y su defensa de la naturaleza lo hicieron merecedor de más de 150 premios internacionales, entre ellos dos premios Pulitzer

El guardián de la biodiversidad

A lo largo de su vida, Wilson se convirtió en uno de los grandes defensores del término «biodiversidad», al que ayudó a dar popularidad en los años 80. Para él, no era una palabra de moda, sino un concepto esencial para la supervivencia del planeta. La pérdida acelerada de especies, muchas de ellas aún sin conocer, era, a su juicio, uno de los dramas más urgentes y silenciosos de nuestra época. Wilson sostenía que cada especie extinta representa una biblioteca genética que se pierde para siempre, y ese conocimiento, esa complejidad biológica tejida durante millones de años, no solo tiene valor científico o estético, sino un valor intrínseco, ético, que nos obliga a actuar con responsabilidad. Por eso impulsó el proyecto Half-Earth en los últimos años de su vida,  una propuesta ambiciosa que plantea proteger la mitad del planeta como espacio natural intacto para asegurar el futuro de la vida en la Tierra.

Y es que una de las grandes virtudes de Wilson fue su talento para comunicar. Lejos de encerrarse en laboratorios o bibliotecas, escribió libros que lograron llevar la ciencia al gran público, como La diversidad de la vida o Cartas a un joven científico. En ellos compartía su conocimiento, entusiasmo y su asombro ante la complejidad y belleza del mundo natural, pues creía en una ciencia con propósito social, capaz de dialogar con la educación, la ética y la política. Su pensamiento interdisciplinar y su defensa de la naturaleza lo hicieron merecedor de más de 150 premios internacionales, entre ellos los prestigiosos premios Pulitzer y el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA. 

Con el objetivo de despertar el interés y el conocimiento de la biodiversidad en el aula a través de la imaginación, poniendo voz a los animales que habitan en el planeta, desde Naturaliza proponemos desarrollar las siguientes actividades:

  • Si los animales hablaran…
    Cada alumno piensa en un animal o insecto que le parezca interesante y, en una hoja, escribe su nombre, el lugar donde vive, la razón por la que considera que es importante y una frase inventada como si el animal hablara (por ejemplo: «Soy la abeja y sin mí no habría flores»). Al finalizar, comparte su propuesta con el resto del grupo.
  • En busca de esos pequeños seres
    El grupo sale al patio, jardín o parque cercano. Cada alumno debe elegir un rincón y observar con atención durante unos minutos, y anotar o dibujar lo que ve: insectos, plantas, rastros, texturas… Después responderá a las siguientes preguntas: ¿qué seres vivos has encontrado?; ¿qué te ha llamado la atención?; ¿qué crees que pasaría si ese rincón desapareciera? Al volver al aula, comparten sus descubrimientos. 
  • Nuestro bosque de compromisos
    El docente plantea la siguiente pregunta: ¿qué pequeña acción podrías hacer para cuidar la naturaleza y proteger la biodiversidad? Cada alumno escribe su compromiso en una tarjeta (por ejemplo: «No arrancaré flores silvestres», «Construiré un bebedero para insectos», «Hablaré con mi familia sobre especies en peligro»). Las tarjetas se colocarán en un mural colectivo llamado: «Nuestro bosque de compromisos».

Edward O. Wilson falleció en 2021, pero sus ideas siguen siendo una brújula para entender los desafíos ecológicos del presente y del futuro y nos enseñó que la biodiversidad sostiene el equilibrio del planeta y que cada organismo cumple una función vital. Cuando una especie desaparece, perdemos estabilidad, salud y oportunidades de futuro. Protegerla es una responsabilidad compartida y como transmitió Wilson, también es un acto de generosidad hacia la vida de todos. 

Texto: Rafael Hernández

 

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