obsolescencia programada

Obsolescencia programada: qué es, tipos y consecuencias

Sostenibilidad

En un mundo donde todo parece durar cada vez menos, desde juguetes y ropa hasta móviles y electrodomésticos, la obsolescencia programada se ha convertido en un fenómeno que afecta tanto a nuestro bolsillo como al planeta.

¿Qué es la obsolescencia programada?

Definición y origen del concepto

¿Por qué algunos juguetes, electrodomésticos o dispositivos electrónicos parecen estropearse justo después de que termine su garantía? Hay quien lo atribuye a la casualidad, pero en determinados casos hay una razón detrás. La definición de obsolescencia programada es una estrategia de algunos fabricantes que consiste en diseñar productos para que funcionen durante un tiempo limitado y, cuando fallen, obligar a los usuarios a comprar otros nuevos.

El concepto no es reciente. En 1924, un grupo de fabricantes de bombillas llamado Phoebus acordó reducir deliberadamente la vida útil de las bombillas de 2.500 horas a apenas 1.000 horas. Su objetivo era claro: si las bombillas duraban menos habría que cambiarlas con más frecuencia y, por tanto, los usuarios tendrían que comprarlas más a menudo. 

Sin embargo, fue en los años 50 cuando el concepto se popularizó y normalizó. El diseñador industrial Brooks Stevens ideó el término y lo definió como «instalar en el comprador el deseo de poseer algo un poco más nuevo, un poco mejor, un poco antes de lo necesario». Su intención no era que los productos se rompieran, sino crear en el usuario la idea de que algo nuevo siempre era mejor, gracias al diseño y la publicidad, creando una necesidad de consumir constantemente. Fue esta filosofía, ampliamente adoptada por la industria, la que transformó la obsolescencia programada en un pilar de la economía de posguerra, orientada al crecimiento continuo.

Para enseñar sobre esta estrategia en clase, se puede pedir a los alumnos que traigan (o dibujen) un objeto que se haya roto o dejado de usar en casa. Después, en grupo, pueden debatir por qué creen que dejó de funcionar y si se podría haber reparado. Así descubrirán que muchos objetos «mueren» antes de tiempo, aunque podrían tener una segunda vida.

¿Qué productos suelen estar diseñados para fallar?

Esta estrategia de «vida corta» no es solo una idea: es algo que pasa de verdad y afecta a muchos de los objetos que usamos todos los días. Por ejemplo, en los aparatos electrónicos, como los móviles, los ordenadores o las televisiones. Muchas personas se dan cuenta de que, después de un par de años, empiezan a fallar o las actualizaciones de software los hacen más lentos hasta casi no poder usarlos.

Los electrodomésticos también son un ejemplo frecuente. Lavadoras, lavavajillas o microondas a veces se estropean antes de tiempo porque algunas piezas están hechas para durar poco. Repararlos puede ser caro o complicado, y muchas veces resulta más fácil, aunque no más ecológico, comprar uno nuevo.

Incluso pasa con la ropa y los zapatos. La «moda rápida» utiliza telas y costuras que se rompen o desgastan rápido. La ropa se deforma o se destiñe y terminamos comprando más y más prendas. Esto hace que llenemos nuestros armarios con cosas que duran poco, creando muchos residuos que dañan el medio ambiente.

Tipos de obsolescencia programada

Obsolescencia de diseño

Ocurre cuando los productos se fabrican con piezas que se desgastan rápido o que son muy difíciles de arreglar. Por ejemplo, una lámpara LED integrada en un mueble o una lámpara de escritorio cuyo cable no se puede reemplazar; cuando deja de funcionar, todo el aparato queda inservible. Lo mismo pasa con ciertos juguetes electrónicos: si una pieza se rompe y no se puede reemplazar, el juguete deja de ser útil. Incluso algunas zapatillas de deporte están hechas con materiales que se desgastan rápido.

Obsolescencia tecnológica

Aquí sucede algo curioso: el producto todavía funciona, pero deja de ser compatible con nuevas tecnologías o programas. Por ejemplo, un televisor antiguo que no puede acceder a las últimas plataformas de streaming o un frigorífico inteligente que no puede conectarse a la aplicación desde que esta se ha actualizado.

Obsolescencia percibida o psicológica

A veces, el producto sigue funcionando muy bien, pero la publicidad o la influencia de las personas que nos rodean nos hacen sentir que está «pasado de moda» o «anticuado». Las marcas sacan nuevos modelos con colores, formas o funciones llamativas y nos convencemos de que necesitamos ese cambio, aunque lo que tenemos todavía sirva.

Obsolescencia legal o normativa

A veces es la ley la que marca la vida útil de un objeto, cuando las normas cambian y los productos que antes estaban bien dejan de cumplir los nuevos requisitos. Por ejemplo, un electrodoméstico que funciona perfectamente, pero que, ante el cambio de una ley sobre eficiencia, deja de cumplir con las nuevas normas de consumo energético, tiene que reemplazarse. Incluso algunos juguetes pueden dejar de venderse porque ya no cumplen las normas de seguridad, obligando a que las nuevas versiones tengan mejoras en su diseño.

Obsolescencia indirecta

En este caso, el fabricante no puede obligarte a cambiar el producto, pero de manera indirecta es necesario hacerlo. Por ejemplo, si ya no se fabrican repuestos, o el servicio técnico es caro o difícil de conseguir. Así, aunque el objeto todavía funcione, repararlo se vuelve casi imposible y terminamos comprando uno nuevo. 

Obsolescencia económica

Por último, la obsolescencia económica sucede cuando reparar un producto cuesta casi lo mismo que comprar uno nuevo, aunque el producto aún funcione perfectamente. Por ejemplo, si se rompe la pantalla de tu tablet y arreglarla cuesta casi tanto como una nueva, la opción más «barata» parece ser comprar otra, aunque la antigua todavía pueda servir para leer libros o jugar. Lo mismo pasa con videojuegos que ya no se actualizan: aunque tu consola funcione, para disfrutar de todas las funciones de un juego nuevo tienes que usarlo en una consola nueva.

Este modelo de consumo de usar y tirar genera toneladas de residuos que no siempre se gestionan como se debería

Ejemplos comunes de obsolescencia programada

Baterías no reemplazables

Muchos dispositivos de última generación, como patinetes eléctricos o altavoces inalámbricos, tienen baterías integradas que no se pueden sustituir y con el tiempo, su autonomía disminuye. Es muy habitual que tengamos esa sensación con los teléfonos móviles que tienen más de dos años: cada vez aguantan menos tiempo encendidos. También pasa con algunos juguetes electrónicos y relojes inteligentes.

Software que deja de actualizarse

Todos los usuarios de ordenadores y teléfonos móviles sabemos que hay un momento en el que nuestros dispositivos dejan de recibir actualizaciones. Esto no significa que dejen de funcionar de inmediato, pero no incorporan mejoras de seguridad y compatibilidad que las nuevas versiones sí tienen. Un ordenador que ya no puede instalar las últimas versiones de programas o juegos puede quedarse obsoleto aunque siga encendiendo sin problemas. Lo mismo ocurre con las aplicaciones para los móviles: si una app deja de actualizarse, puede empezar a fallar o no abrirse en nuevos dispositivos, obligándonos a cambiar de teléfono o tablet para seguir usándola con normalidad.

Piezas irreparables o falta de repuestos

Desde robots aspiradores hasta cafeteras inteligentes, muchos productos incluyen componentes difíciles de reemplazar o excesivamente caros... Cuando fallan es más barato comprar otro que reparar esa pieza concreta.

Para ver distintos ejemplos de obsolescencia programada, existe un documental que profundiza en el tema centrándose en hechos contrastados y experimentos científicos, y que puede verse en clase. Se titula Comprar, tirar, comprar y muestra con ejemplos claros cómo las grandes marcas acortan deliberadamente la vida de sus productos. 

Consecuencias de la obsolescencia programada

Los efectos de la obsolescencia programada son diversos y abarcan distintas dimensiones: medioambiental, económica, social y cultural. A continuación ahondamos en cada una de ellas.

Impacto medioambiental y residuos electrónicos

Cuando hablamos del impacto ambiental de la obsolescencia, nos referimos a que los dispositivos electrónicos y electrodomésticos que desechamos deben ser gestionados adecuadamente ya que, si terminan en vertederos y no se reciclan de forma correcta, pueden liberar sustancias tóxicas como plomo, mercurio o cadmio, que contaminan el suelo y el agua. Además, se pierden materiales valiosos como metales raros y componentes que podrían reciclarse y reutilizarse.

Coste económico para el consumidor

Comprar un nuevo móvil, reemplazar una lavadora o actualizar un ordenador puede resultar muy caro, sobre todo porque son objetos que cuestan bastante dinero y se espera que funcionen durante mucho tiempo. Esto supone muchas veces un gasto inesperado para las familias, ya que suelen ser objetos necesarios en las casas (nevera, lavadora o teléfono móvil, por ejemplo).

Efectos sociales y culturales del consumo acelerado

Además del dinero y el impacto ambiental, la obsolescencia programada cambia nuestra manera de relacionarnos con los objetos. Aprendemos a desechar en lugar de reparar, y nos acostumbramos al consumo rápido. Esto crea una cultura de gratificación instantánea: cuando algo se rompe o tenemos la sensación de que ha pasado de moda, lo cambiamos en lugar de intentar arreglarlo, y enseguida queremos la última versión de un producto, aunque el anterior aún funcione. Esta forma de pensar también afecta a cómo valoramos los objetos, haciendo que olvidemos cuánto cuesta realmente fabricarlos y los recursos y trabajo que hay detrás de cada uno. 

Implicaciones éticas y sostenibilidad

LLa obsolescencia programada plantea un dilema ético para las empresas, ya que cada vez que un fabricante decide diseñar y crear algo que durará poco, está eligiendo solo su beneficio económico sin asumir su parte de responsabilidad con las personas y el planeta. 

Ventajas y desventajas de la obsolescencia programada

Perspectiva industrial y económica

Para las empresas, la obsolescencia programada permite mantener la producción y las ventas, ya que los usuarios necesitan reponer lo que se les estropea comprando productos nuevos. También fomenta la innovación tecnológica: al sacar nuevas versiones de productos, las compañías compiten por mejorar funciones, diseño y características, lo que beneficia a los consumidores. Además, puede generar empleo en sectores vinculados a la fabricación, distribución y marketing de estos productos. 

Críticas desde el enfoque ambiental y social 

Producir sin parar gasta muchos recursos naturales y energía, y llena el planeta de residuos. Toneladas de móviles, ropa y electrodomésticos acaban antes de tiempo en la basura, cuando podrían repararse o reutilizarse. Socialmente, nos acostumbra a «usar y tirar»: en lugar de arreglar, compramos cosas nuevas. Esto puede ser injusto, pues no todas las personas pueden permitirse comprar cosas tan a menudo. Además, nos hace valorar menos el esfuerzo y los materiales que hay detrás de cada objeto, perdiendo de vista lo que realmente significa cuidar las cosas. 

Cómo combatir la obsolescencia programada

Regulaciones y leyes en Europa y el mundo

Algunos países han empezado a aprobar leyes que obligan a los fabricantes a garantizar que sus productos sean duraderos y que sea fácil encontrar piezas de repuesto. Por ejemplo, desde 2021 en Francia se exige a los fabricantes que indiquen un «índice de reparabilidad» en productos electrónicos y electrodomésticos, para que los consumidores sepan de antemano si podrán arreglarlos fácilmente. En Alemania, la legislación exige que los repuestos críticos estén disponibles durante varios años tras la venta del producto. En España, la Ley de Residuos y suelos contaminados establece obligaciones para productores en cuanto a la recogida, reutilización y reciclaje, y también se están impulsando normativas que fomentan el derecho a reparar, así como iniciativas para ampliar la vida útil de electrodomésticos y dispositivos electrónicos y reducir así la basura electrónica.  

Derecho a reparar y economía circular

Poder arreglar tu juguete o videojuego favorito cuando se estropea sin que eso signifique tener que comprar uno nuevo. Eso es lo que defiende el «derecho a reparar»: que se pueda alargar la vida de nuestros productos llevándolos a arreglar sin problemas. Así, evitamos que se conviertan en basura antes de tiempo.

Esta idea es fundamental para la economía circular. En lugar de fabricar, usar y tirar, se trata de reparar lo que se rompe, reutilizar lo que todavía sirve y reciclar los materiales para crear productos nuevos. Es como darle una segunda oportunidad a (casi) todo.

Recomendaciones para consumidores responsables

Todos formamos parte de la solución. Podemos empezar por aplicar en nuestro día a día hábitos de consumo responsables como elegir productos fabricados correctamente y que duren más, intentar reparar lo que se nos rompa en lugar de tirarlo inmediatamente, y asegurarnos de reciclar correctamente, sobre todo los aparatos electrónicos.

También es muy útil pararse a pensar, ¿realmente necesito esto? ¿Por qué lo voy a comprar? Un día perfecto para reflexionar sobre esto es el Día sin Compras, que se celebra el 28 de noviembre, justo después del Black Friday. La idea es no comprar nada durante 24 horas para darnos cuenta de que podemos ser perfectamente felices sin hacerlo. 

Hacia un futuro sin obsolescencia: alternativas sostenibles

Cada vez más voces defienden que los productos que usamos a diario se diseñen para durar muchos años, y que cuando se rompan sea fácil cambiar solo la pieza que falla, como si fuera un juego de construcciones. Ese futuro ya está empezando a hacerse realidad con diseños modulares que permiten, por ejemplo, cambiar solo la batería de un teléfono o una pieza de una lavadora.

Además, cada vez se crean materiales más resistentes y que se pueden reciclar una y otra vez. Por eso es importante apoyar a las empresas que apuestan por fabricar así, de manera responsable.

Por supuesto, la educación es fundamental. Aprender en el colegio sobre consumo responsable a través de diferentes actividades medioambientales nos ayuda a entender el valor real de las cosas, a cuidarlas mejor y a ser más conscientes de que cada pequeño gesto, por pequeño que sea, ayuda a construir un planeta más sano para todos.

Texto: Arantza García

ACTIVIDADES RELACIONADAS

Artículos relacionados

consumo responsable para niños
17 Noviembre
Sostenibilidad

Consumo responsable para niños: qué es, ejemplos y cómo enseñarlo

día sin compras
11 Noviembre
Sostenibilidad

Día de No Comprar Nada (Buy Nothing Day)

ahorrar agua en casa
20 Agosto
Sostenibilidad

Soluciones para ahorrar agua en casa