El cuerpo humano es un sistema complejo donde cada órgano desempeña un papel fundamental para nuestra supervivencia. ¿Y si aplicamos esta idea a la Tierra? Así como cada órgano en nuestro cuerpo cumple una función vital, los elementos naturales de la Tierra trabajan en conjunto para mantener el equilibrio del planeta.
En el cuerpo humano, cada órgano desempeña una función vital. Algo parecido ocurre con la Tierra, en la que cada elemento trabaja para mantener el equilibrio del planeta. Si algo falla, tiene un impacto en el resto. Si pensamos en la Tierra como un ser vivo, podemos encontrar paralelismos entre su estructura y la nuestra. En este artículo exploramos cómo la biosfera, los bosques y océanos, los ríos y el núcleo terrestre cumplen funciones comparables al cerebro, los pulmones, el sistema nervioso y el corazón humanos.
El cerebro regula todas las funciones del cuerpo humano: se encarga de que podamos pensar, recordar cosas, movernos, hablar, sentir emociones y hasta respirar sin darnos cuenta. Es como un ordenador que controla todo lo que hacemos. En la Tierra, la biosfera cumple una labor similar.
El término biosfera fue acuñado por el geólogo Eduard Suess para nombrar la capa terrestre donde se desarrolla la vida y donde los seres vivos interactúan con su entorno. Se trata de un sistema en el que los organismos vivos se relacionan e interactúan con el entorno físico y forman conexiones complejas. Su funcionamiento depende de procesos como la fotosíntesis, el ciclo del agua y los ciclos biogeoquímicos, que regulan el flujo de energía y la distribución de nutrientes esenciales para la vida.
Por eso, proteger la biosfera es fundamental para garantizar la conservación de los ecosistemas y frenar la pérdida de biodiversidad, que amenaza la estabilidad del planeta. En este contexto, la UNESCO ha establecido las Reservas de la Biosfera para asegurar una adecuada protección y gestión de zonas que, por su relevancia natural, pueden convertirse en espacios estratégicos para impulsar la investigación, conservar la biodiversidad y fomentar el desarrollo sostenible. La Red Mundial de Reservas de Biosfera abarca los ecosistemas naturales y seminaturales más representativos del planeta y se extiende en una superficie de más de 7 442 000 km2 en 134 países. La Red Española de Reservas de la Biosfera cuenta con 55 reservas.
El aparato respiratorio, formado por las vías respiratorias (nariz, faringe, laringe, tráquea y bronquios) y los pulmones, proporciona oxígeno al cuerpo y elimina el dióxido de carbono. De manera similar, los bosques y los océanos regulan la atmósfera terrestre. Entre otras cosas, actúan como sumideros de carbono: absorben más dióxido de carbono (CO2) del que liberan y ayudan a frenar el calentamiento global.
¿Cómo es este proceso? Los bosques absorben grandes cantidades de CO₂ gracias a la fotosíntesis que hacen las plantas: convierten la luz del sol en energía química que se transforma en su propio alimento y, con el tiempo, una parte de este carbono se deposita en el suelo. Por su parte, los océanos también juegan un papel clave en esta dinámica gracias al fitoplancton: diminutos organismos fotosintéticos. El fitoplancton genera más de la mitad del oxígeno que respiramos: unos 27.000 millones de toneladas al año. Al mismo tiempo, entierra unas 10 gigatoneladas de carbono de la atmósfera en las profundidades del océano cada año.
También los ríos y humedales funcionan como sumideros de carbono y tienen un papel clave en el ciclo global de las emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, son muy vulnerables a los cambios ambientales. Según un estudio publicado en Nature, los ríos reciben anualmente unos 3.200 millones de toneladas de carbono, de los cuales el 37% se libera a la atmósfera como CO₂ y solo el 26% llega al mar. Del mismo modo, los humedales bien conservados absorben carbono, regulan el agua y albergan biodiversidad, pero si se degradan, pueden emitir gases de efecto invernadero.
Así, bosques, ríos, humedales y océanos son reguladores naturales del CO₂, pero la actividad humana, como la quema de combustibles fósiles, ha alterado este equilibrio. Por eso, protegerlos es esencial para conservar la biodiversidad y mantener la calidad del aire que respiramos.
El fitoplancton de los océanos genera unos 27.000 millones de toneladas y entierra unas 10 gigatoneladas de carbono al año.
Para conocer cómo respira nuestro planeta planteamos el siguiente experimento, donde descubriremos la fotosíntesis en acción.
Las plantas tienen la increíble capacidad de producir su propio alimento a través de la fotosíntesis. Este proceso, además de permitir su crecimiento, genera el oxígeno que respiramos. Con este sencillo experimento, podrás ver cómo una planta libera oxígeno en forma de pequeñas burbujas.
El bicarbonato de sodio en el agua libera dióxido de carbono (CO₂), que la planta utiliza para hacer la fotosíntesis. Gracias a la luz, la planta transforma el CO₂ y el agua en oxígeno y materia orgánica. Las burbujas que ves son pequeñas cantidades de oxígeno que la planta está liberando al agua.
Este experimento demuestra cómo las plantas contribuyen al equilibrio del aire que respiramos y nos recuerda la importancia de cuidar los ecosistemas.
¿En qué se parecen los ríos a nuestro sistema nervioso? Así como los impulsos permiten que el cerebro coordine las funciones del cuerpo, los ríos también actúan como corredores naturales que conectan ecosistemas, permiten la migración de especies y sostienen otros ecosistemas como bosques y humedales. Los ríos fertilizan los suelos, garantizan el suministro de agua potable y son una fuente clave para la generación de energía hidroeléctrica. También regulan el clima local, influyen en los patrones de precipitación y proporcionan hábitats esenciales para miles de especies animales y vegetales.
Tal y como ocurre en bosques y océanos, la actividad humana ha alterado su funcionamiento natural de los ríos. La contaminación por residuos higiénicos (como las toallitas húmedas), industriales y agrícolas, la sobreexplotación de sus recursos y la construcción de infraestructuras como presas y embalses han tenido un impacto negativo en los ecosistemas fluviales.
Los ríos transportan nutrientes y agua, así como el sistema nervioso transmite información al cuerpo humano.
Para conservar estos «nervios» que sostienen la vida del planeta, es fundamental adoptar estrategias de gestión sostenible del agua, como la restauración de cauces naturales, la reducción de la contaminación o la implementación de políticas de uso responsable. En España, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico está implementando la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos 2023-2030, cuyo objetivo es mejorar y recuperar los ecosistemas fluviales en línea con la Directiva Marco del Agua.
El corazón humano bombea sangre y mantiene el cuerpo en funcionamiento. De manera similar, bajo la corteza y el manto, se esconde el núcleo de la Tierra, que, como explica Maurizio Mattesini, genera el campo magnético terrestre y potencia la tectónica de placas, elementos fundamentales para la vida en la Tierra y en otros planetas terrestres. El núcleo interno es la parte más caliente del planeta: alcanza temperaturas de hasta 7.000 °C, superiores a la superficie del Sol, y una presión extrema de 3,5 millones de atmósferas.
Situado a 5.000 kilómetros de profundidad, el núcleo de la Tierra sigue siendo un misterio. Además, investigaciones recientes apuntan que, en las últimas décadas, el núcleo ha experimentado cambios que podrían influir en la rotación del planeta y afectar a la duración de los días, aunque a escala muy pequeña.
Como hemos aprendido, nuestro planeta es un sistema interconectado donde todos los elementos trabajan de manera conjunta para mantener el equilibrio de la vida. En este experimento nos inspiramos en el jardín en botella de David Latimer para comprender mejor cómo funciona nuestro planeta y reflexionar sobre la importancia de cuidar los recursos que lo mantienen en equilibrio. ¿Podrá nuestro pequeño ecosistema autosostenerse como el de Latimer? ¡Vamos a descubrirlo!
Un experimento nos permite observar a pequeña escala algunos de los procesos esenciales que mantienen la vida en nuestro planeta. A través del ciclo del agua, la interacción entre los organismos y la reutilización de los recursos dentro del frasco, podemos comprender mejor cómo los ecosistemas dependen de un delicado equilibrio para mantenerse en el tiempo.
La Tierra y el cuerpo humano tienen más en común de lo que imaginamos: ambos dependen de sistemas interconectados para mantenerse en equilibrio
Este ejercicio comparativo del funcionamiento del planeta con nuestra propia anatomía, nos enseña que acciones como la deforestación, la contaminación o la sobreexplotación de recursos afectan a la salud de la Tierra, y ponen en riesgo la nuestra. Por eso, del mismo modo que cuidamos de nuestro cuerpo, debemos proteger los distintos elementos de la Tierra, respetando el medio ambiente y sus ciclos naturales para preservar su equilibrio.
Texto: Inma Mora Sánchez