El verano es una época en la que el agua se convierte en un recurso aún más valioso. Las altas temperaturas, las sequías prolongadas y el aumento del consumo hacen que sea fundamental adoptar medidas para reducir su desperdicio y ahorrar agua en casa.
El agua es un recurso limitado, y aunque en muchas zonas parezca abundante, la realidad es que está en riesgo en todas partes debido al cambio climático y al consumo excesivo. Pequeños gestos en casa pueden marcar una gran diferencia.
El agua no solo es necesaria para beber, sino también para cultivar y producir alimentos y productos, mantener la higiene, cuidar la salud y sostener los ecosistemas que nos rodean. Aunque en muchas casas el agua sale simplemente con abrir un grifo, es fundamental que seamos conscientes de lo valiosa que es y se actúe con responsabilidad.
Una simple ducha de 10 minutos puede gastar hasta 100 litros, cada uso de lavadora requiere entre 50 y 100 litros por carga, y cada descarga del inodoro consume de 4 a 6 litros. Nuestros hábitos cotidianos impactan directamente en el gasto de agua en casa.
En España, la agricultura es la principal consumidora de agua, seguida por el sector industrial y energético, y por el consumo doméstico. Estos usos, si no son controlados, pueden tener importantes impactos ambientales. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el consumo medio de agua en los hogares fue de 128 litros por habitante y día durante 2022, un 3,9% menos que en 2020.
Cada gota que desperdiciamos es una oportunidad perdida de preservar este bien tan preciado.
Reducir nuestra huella hídrica es clave para un futuro sostenible. Al disminuir nuestro consumo, ayudamos a conservar ecosistemas acuáticos como ríos, lagos y humedales, fundamentales para muchas especies. Menos extracción de fuentes naturales significa hábitats más sanos y sostenibles, y también se protege el equilibrio de las reservas subterráneas. Además, usar menos agua disminuye la cantidad de aguas residuales que necesitan tratamiento, lo que hace que se puedan usar menos productos químicos en las plantas depuradoras y por tanto que haya menos contaminación.
Consumir solo la cantidad de agua que se necesita reduce la energía necesaria para su extracción, transporte y tratamiento, disminuyendo las emisiones de gases de efecto invernadero.
También hay ventajas económicas y sociales. Al consumir menos agua, las familias gastan menos en sus facturas mensuales. Además, cuando todos adoptamos hábitos sostenibles, se mejora la disponibilidad del agua para comunidades que tienen más difícil acceder a agua potable.
El baño es el espacio donde más agua se utiliza de toda la casa, hasta el 60–73 % del agua consumida a diario, repartida entre el uso del inodoro (30%), la ducha (20%) y el lavabo (10%).
Para llenar una bañera hacen falta entre 150 y 200 litros, mientras que una ducha puede reducir el consumo a menos de 30 litros, si se realiza correctamente. Los niños pueden ver por sí mismos cuánta agua se utiliza en cada ducha. Primero tienen que calcular el tiempo que tardan en ducharse habitualmente. Luego el agua utilizada, para lo que pueden abrir durante medio minuto la ducha sobre un cubo, y después medir (se puede utilizar cualquier medidor de líquidos de los que se utilizan para cocinar) cuánta agua ha salido en ese medio minuto. Sabiendo el consumo de agua cada medio minuto, pueden calcular qué cantidad se utiliza cada vez que se duchan.
También se puede aprovechar el agua que se utiliza en la ducha (tanto la que se desecha hasta que se calienta como la que usamos mientras nos duchamos), recogiéndola con un cubo en el interior de la ducha y usándola para otras tareas domésticas, como fregar el suelo, limpiar exteriores o incluso regar las plantas.
Al cepillarse los dientes se consumen 250 mililitros de agua por minuto si se hace cerrando el grifo, pero si se deja abierta la llave del lavabo, por cada minuto se desperdician 5 litros de agua.
Existen cada vez más dispositivos que permiten ahorrar agua en los grifos de la ducha y el lavabo. Una alcachofa de ducha de bajo caudal puede limitar el flujo de agua a entre 6 y 9 litros por minuto, manteniendo una buena experiencia de ducha. Las duchas de alta eficiencia aumentan la velocidad del chorro de salida con un reducido caudal, y pueden ahorrar entre el 50 y el 60% de agua, además de la energía necesaria para calentarla. Incluso sin necesidad de cambiar la ducha, se puede instalar un limitador de caudal, que reduce el consumo de agua un 30%.
Hasta hace unos años las cisternas de los inodoros tenían una capacidad superior a los 10 litros, pero una nueva normativa fijó en 9 su capacidad máxima. En las cisternas, sobre todo en las más antiguas, se puede reducir aún más la capacidad colocando una botella con agua dentro, ya que así se reduce el volumen de cada descarga. También es conveniente usar el doble pulsador, cuando se dispone de él, para elegir entre descarga completa o parcial cuando no es necesario utilizar toda el agua que haya en la cisterna.
Un grifo que gotea puede desperdiciar 75 litros al día. Sumado en todos los hogares de España, ese goteo podría llegar a suponer llenar un estadio de fútbol en 18 días.
Es importante utilizar los inodoros exclusivamente para su función, nunca como cubos de basura, ya que se corre el riesgo de atascarlos. Se trata de un consumo de agua innecesario y los residuos sólidos han de seguir otro tratamiento.
La cocina representa hasta el 19 % del consumo doméstico, teniendo en cuenta el agua que se utiliza para cocinar y lavar los platos. Aquí también hay margen para ahorrar.
Usar el lavavajillas para la limpieza de los platos puede consumir hasta seis veces menos agua que si se lavan a mano. De hecho los fabricantes invierten cada vez más recursos para que los modelos modernos optimicen el uso de agua y energía.
Este es un truco de emergencia cuando se nos ha olvidado sacar los alimentos del congelador con antelación y queremos cocinarlos ese día, pero para los expertos esta no es la mejor opción, no ya por desperdicio de agua, sino también por una cuestión de salud.
La mejor alternativa siempre es descongelar los alimentos poco a poco en la nevera, porque al optar por una descongelación rápida el producto perderá cualidades organolépticas. Si optamos por el chorro de agua, para evitar la proliferación de organismos deberíamos usar agua con una temperatura muy fría y aun así sería más lento y menos seguro, ya que normalmente el agua corriente no alcanza la temperatura adecuada (entre 4-5 grados) para paralizar el desarrollo de microorganismos.
Una vez enfriada, podemos reutilizar el agua de cocción de alimentos, como la de hervir verduras, pasta o arroz, para regar las plantas, ya que además contiene nutrientes beneficiosos para ellas. Los niños pueden ser los responsables en casa de esperar a que el agua se enfríe y regar con ellas plantas.
Es muy habitual, sobre todo en verano, abrir el grifo y dejar correr el agua durante varios segundos –o incluso minutos– hasta que alcanza la temperatura deseada. Todo ese valioso líquido termina perdiéndose por el desagüe. Mantener una jarra o botella de agua fría en la nevera no solo ahorra litros cada día, sino que también ayuda a incorporar hábitos más responsables.
La cantidad de agua necesaria para lavar la ropa puede variar dependiendo del tipo de lavadora y del programa de lavado seleccionado. En general, una lavadora convencional puede consumir alrededor de 40 a 60 litros de agua por ciclo de lavado. Sin embargo, existen lavadoras de carga frontal que cuentan con tecnología más eficiente y pueden utilizar hasta un 50% menos de agua.
Lavar pequeñas cantidades de ropa implica el mismo gasto de agua que una carga completa, lo que supone un desperdicio considerable si se hace con frecuencia. Enseñar a los niños a esperar a que haya suficiente ropa para llenar la lavadora puede convertirse en una actividad educativa sobre planificación y consumo responsable.
Las lavadoras modernas con etiquetado energético A o superior están diseñadas para utilizar menos agua y electricidad, sin comprometer la calidad del lavado. Elegir estos electrodomésticos no solo ayuda a reducir el consumo, sino que también supone un ahorro en las facturas a largo plazo. En clase se puede explicar a los alumnos qué significan estas etiquetas, comparar el etiquetado de distintos productos reales y cómo ayudan al medioambiente.
El consumo de agua en macetas, jardineras y jardines dependerá de las especies plantadas, la superficie que haya que regar, los sistemas de riego y la climatología.
Regar en las horas más frescas del día ayuda a reducir la evaporación del agua causada por el calor del sol. Las plantas aprovechan mejor la humedad y necesitan menos cantidad para mantenerse saludables. Puede ser una oportunidad para trabajar con los alumnos la observación de los ciclos naturales y la importancia de cuidar los recursos incluso en actividades cotidianas como el mantenimiento del jardín.
El riego por goteo o los programadores automáticos permiten una distribución más eficiente del agua, ya que se aplica directamente en la base de las plantas y en la cantidad exacta que necesitan. Así se evitan desperdicios y se minimiza el riesgo de encharcamientos.
Las especies autóctonas están acostumbradas a las condiciones de la zona y, por tanto, necesitan menos cuidados. Se puede animar a los alumnos a que investiguen sobre la flora de su entorno, qué plantas crecen en la zona donde viven, pueden dibujarlas y clasificarlas y así entender por qué son más sostenibles que otras opciones.
Recoger el agua de lluvia mediante cubos o sistemas de canaletas conectados a depósitos es una forma excelente de aprovechar un recurso natural gratuito.
En los hogares que cuentan con piscinas, colocar cubiertas cuando no se están utilizando es fundamental para evitar la evaporación del agua, especialmente en los meses más calurosos. z
La tecnología se ha convertido en una aliada esencial en la lucha contra el desperdicio de agua, pero es importante combinar el uso de estas herramientas con prácticas cotidianas responsables.
Los aireadores son pequeñas piezas que se colocan en la salida de los grifos y permiten mezclar el agua con aire, generando un chorro constante que mantiene la sensación de caudal utilizando hasta un 50% menos de agua que un grifo convencional. El ahorro que suponen va a depender mucho del uso que hagamos de los grifos, pero al ser el consumo en grifos un 35% del consumo total de la vivienda, el impacto potencial es grande.
Permiten ajustar la temperatura del agua de forma más rápida y precisa. Al tardar menos en encontrar el punto justo entre agua fría y caliente, se gasta mucha menos agua.
Elegir lavavajillas, lavadoras y otros electrodomésticos con certificación de eficiencia hídrica (como la etiqueta energética europea) es clave para garantizar un uso racional del agua en el hogar.
El primer paso para cambiar los hábitos en casa es implicar a todos los miembros de la familia.
Fomentar el ahorro de agua en casa no solo se consigue instalando este tipo de dispositivos, sino que tiene que ir acompañado de una serie de hábitos en el día a día y de practicar la educación ambiental. Se necesitan compromiso y constancia, y lo mejor es que todos los miembros de la familia pueden participar.
El primer paso para cambiar los hábitos en casa es implicar a todos los miembros de la familia. A través de juegos, cuentos o experimentos, los más pequeños pueden aprender el valor del agua mientras que los adultos deben actuar como ejemplo.
Acciones simples como cerrar el grifo mientras se enjabonan las manos, recoger agua de lluvia para regar las plantas o reutilizar el agua de lavar frutas pueden convertirse en actividades regulares de las que además pueden hacerse responsables los propios niños.
Medir el consumo de agua en casa o en la escuela puede ser una experiencia muy educativa. Leer el contador una vez al mes y anotar los litros consumidos permite comprobar si se están aplicando bien las medidas de ahorro. Además, sirve como punto de partida para reflexionar y tomar nuevas decisiones.
Con gestos sencillos, tecnología adecuada y la participación de toda la familia, es posible reducir el consumo sin renunciar al confort.
Texto: Arantza García