Como seres humanos, estamos mucho más conectados con la naturaleza de lo que nos pensamos. La protección de la salud y del medioambiente van de la mano, y cuando existe un equilibrio en el ecosistema, se reducen las probabilidades de contraer enfermedades. Por este motivo, Fernando Valladares, biólogo e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), no se cansa de repetir que lo mejor que podemos hacer por nuestra propia salud es convertir la idea de gasto en la conservación de la naturaleza por inversión en el presente pero, sobre todo, en el futuro y las generaciones venideras.
Última Hora Ambiental. Después de varios meses de confinamiento en los que, entre otras cosas, se han ralentizado las actividades industriales en el mundo, parece que le hemos dado un respiro al medioambiente (menos contaminación, entornos con aire más limpio, recuperación de la flora y la fauna). ¿Qué lecciones podemos aprender de esta situación para aplicar de aquí en adelante?
Fernando Valladares Hay muchas lecturas de todo lo que está pasando. Estamos viendo un montón de fenómenos ambientales y procesos ecológicos a escala planetaria que ningún proyecto de investigación hubiera podido simular. De momento, lo estamos midiendo –luego habrá que interpretarlo–, pero se trata de algo de gran valor desde el punto de vista de los datos y la evidencia científica.
Aunque 4 o 6 meses de confinamiento no van a devolvernos toda la naturaleza, si vemos signos de cómo esta es capaz de aprovechar momentos en los que la actividad humana disminuye, como vegetación que vuelve a brotar cubriendo ciertos caminos o especies que vuelven a visitarnos en las ciudades.
También vemos que hay procesos de desertificación y erosión que se han detenido e incluso empezado a revertir, o que hay millones de personas cuya salud ha mejorado significativamente al bajar la contaminación atmosférica. Aquí conviene recordar que, aunque las emisiones de CO2 hayan disminuido, no lo ha hecho el CO2 atmosférico: los ciclos del carbono son más complicados y existe un desacople entre las emisiones y las concentraciones de gases de efecto invernadero. Pero, en general, vemos pequeñas indicaciones que muestran que esto es un camino mucho más sostenible que el que llevábamos antes de la pandemia.
Ahora debemos reflexionar qué mundo nos gusta más. Tenemos que ser honestos y ver que nada viene gratis, que hay que hacer un esfuerzo y trabajar por un mundo mejor, cambiando importantes aspectos de nuestro modo de vida, como la velocidad a la que explotamos la naturaleza, porque no le damos tiempo a que se regenere. Por eso, muchos decimos que no hay que volver a la completa normalidad, sino solo a aquellas partes sostenibles.
«No hay que volver a la completa normalidad, sino solo a aquellas partes sostenibles»
UHA. Hace poco decías que la mejor vacuna contra el coronavirus es la naturaleza, pero que, debido a cómo la hemos ido destruyendo, nos hemos ido quedando sin el que hubiera sido el mejor antídoto. ¿Te refieres a esto cuando dices que llevamos años simplificando los ecosistemas?
Fernando Valladares Exacto. Existen dos vacunas: la literal –que es la que ahora estamos luchando por encontrar y que se va a conseguir en un tiempo récord– y la figurada, mejor en muchos aspectos, aunque no perfecta.
La primera nos va a permitir tener una seguridad ante un único patógeno, un coronavirus muy concreto, pero como le dé por mutar –que lo hacen con frecuencia–, la vacuna ya no nos servirá. La segunda es imperfecta, porque no es específica: con ella bajan los riesgos de zoonosis (las infecciones de los animales que pasan a los humanos), pero no es una protección completa.
Minimizar los riesgos de una zoonosis de importancia, que acabe en otra pandemia o en una gran epidemia, tiene muchas ventajas, porque nos protege frente a muchos patógenos, incluso aquellos que no sabemos que existen (gripes aviares, pestes porcinas, pestes en la atmósfera, en el agua, en la tierra…). Cuando el ecosistema está completo y tiene salud suficiente para que las especies interaccionen, los procesos habituales se llevan a cabo sin ninguna contradicción y se cumplen muchas funciones, como la de protegernos de posibles zoonosis.
Tenemos que ver la diversidad de manera muy amplia y a distintas escalas (de especies, de genética dentro de una especie, de grupos). Todas estas diversidades se mantienen en equilibrio y se regulan unas a otras en entornos que funcionan bien, que es lo que ahora no tenemos. Cuando existe un equilibrio [en los ecosistemas] que funciona, existen una probabilidad moderada o baja de contraer enfermedades.