Educación ambiental para curarse en salud

Salud

Un entorno saludable es clave para evitar enfermedades físicas y mejorar nuestro bienestar emocional y mental. ¿Cómo puede la educación ambiental ayudarnos a adoptar hábitos que cuiden el planeta y nuestra salud?

«Scientia potentia est» o, lo que es lo mismo: el conocimiento es poder. Esta expresión, atribuida a Francis Bacon, resulta especialmente pertinente cuando hablamos de educación ambiental. Cuando entendemos que nuestras acciones tienen un impacto directo en el medio ambiente –desde la contaminación del aire hasta el uso de productos químicos–, adoptamos hábitos más sostenibles que no solo benefician a nuestro entorno, sino que también repercuten positivamente en nuestro bienestar físico y mental. Es decir, conocer cómo proteger el planeta es clave para cuidar nuestra salud.

En este sentido, la educación ambiental no solo transmite conocimientos, sino que también tiene el potencial de transformar actitudes y comportamientos. Como señala la Unesco, debe dotar a las personas de competencias, valores y habilidades para enfrentar desafíos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la crisis ecológica global. Esta visión no es nueva: ya en 1972, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo, reconoció el papel fundamental de la educación en la construcción de una ciudadanía informada y comprometida. El principio 19 de su declaración subraya la necesidad de fomentar actitudes responsables en individuos, empresas y comunidades, con el fin de proteger y mejorar el entorno desde una perspectiva plenamente humana.

Desde entonces, la sostenibilidad ha ganado espacio en los distintos niveles educativos, al tiempo que han surgido nuevos retos para construir modelos de desarrollo que rompan con la lógica del crecimiento ilimitado. Pero ¿qué impacto tiene en nuestro bienestar? ¿Qué actividades pueden contribuir a que el alumnado entienda la relación tan estrecha que existe entre nuestra salud y la del planeta?

Conocer cómo proteger el planeta es clave para cuidar nuestra salud

Comprender la relación entre el medio ambiente y la salud

Uno de los principales impactos negativos del deterioro ambiental sobre nuestra salud es la contaminación del aire, el agua y el suelo. Por ejemplo, la contaminación del aire en las ciudades está directamente relacionada con un aumento de casos de asma, bronquitis y ataques cardíacos. En España, la contaminación atmosférica se relaciona cada año con 62.000 ingresos hospitalarios urgentes a corto plazo.

Para ayudar al alumnado a tomar conciencia de este problema, proponemos una actividad práctica titulada ¿Qué echamos al aire?. En ella, los estudiantes investigan la calidad del aire que respiran a diario mediante la recolección y observación de partículas sólidas presentes en distintos espacios del entorno escolar: el aparcamiento, el patio o una ventana cercana a una fuente de emisión. Usando cintas adhesivas, papel milimetrado y lupas, se puede analizar la cantidad, tamaño y tipo de partículas como polvo u hollín, fomentando la observación directa, el pensamiento crítico y la recogida ordenada de datos.

Esta experiencia no solo permite identificar contaminantes visibles, sino que también invita al alumnado a reflexionar sobre cómo estos afectan su salud y el medio que habitan. Al comparar los niveles de contaminación en distintos espacios, pueden comprender mejor el origen de estos residuos y debatir sobre medidas concretas para mejorar la calidad del aire. 

Conectarse para sanar: naturaleza y bienestar

Sin embargo, no solo los factores contaminantes impactan nuestra salud: también lo hace el tipo de entorno en el que vivimos y cómo nos relacionamos con él. Aquí es donde el contacto con la naturaleza cobra un papel clave. Numerosos estudios y enfoques pedagógicos coinciden en que el contacto directo con la naturaleza genera beneficios emocionales y cognitivos que van más allá del aprendizaje formal, tal y como recogen Sandra Collado y José Antonio Corraliza en el libro Conciencia ecológica y bienestar en la infancia. Efectos de la relación con la naturaleza. Las experiencias significativas en espacios naturales favorecen la autonomía, la empatía, la autoeficacia y una mayor conexión con el entorno, lo que resulta más eficaz para impulsar cambios de comportamiento que las metodologías centradas únicamente en la información.

En la misma línea, un estudio realizado en Italia evidencia cómo los programas de educación ambiental al aire libre pueden mejorar tanto la conciencia ecológica como el bienestar integral del alumnado. Durante varias visitas a espacios naturales protegidos, niños y niñas participaron en talleres que exploraban la naturaleza desde distintas perspectivas, como el uso tradicional de plantas o la representación de emociones en mapas del paisaje. El estudio evidenció que estas experiencias mejoran la conexión con la naturaleza, el bienestar psicofísico y las relaciones sociales, además de fomentar actitudes más ecológicas. Aunque no se observaron cambios específicos en variables como la ansiedad o la empatía, sí se hallaron vínculos entre el contacto con la naturaleza y un mayor equilibrio emocional

En España, también encontramos múltiples experiencias que parten de este enfoque. Una de las más destacadas es Bosquescuela. Philip Bruchner, promotor de este proyecto en España, es un gran defensor del potencial de la naturaleza para el adecuado desarrollo cognitivo, emocional, social y físico de las niñas y niños. La naturaleza, así, se convierte en un recurso educativo, pero también en un espacio de cuidado y de desarrollo integral.

Los retos de la educación ambiental

Si bien es cierto que la sostenibilidad se ha consolidado eje transversal de la educación, aún se presentan algunos retos para que del conocimiento se pase a la conciencia y a la acción. Por ejemplo, un estudio realizado por investigadoras de la Universidad de La Salle, en Colombia, analiza la educación ambiental durante la primera infancia. Las autoras, que parten del derecho de niñas y niños a participar en la búsqueda de soluciones a problemas que afectan sus territorios, señalan la necesidad de que la educación ambiental no pierda el enfoque local. En este sentido, tras una extensa revisión documental, detectan que los programas pedagógicos incluyen temas generales relevantes, pero los problemas ambientales que afectan directamente su calidad de vida, como la contaminación o la pérdida de biodiversidad, no siempre se abordan desde el contexto cercano. Por eso, es clave incorporar realidades locales de las escuelas, familias y comunidades, para que niñas y niños comprendan los desafíos ambientales próximos.

La educación ambiental debe ayudar a comprender que los grandes problemas globales también tienen un impacto cercano y concreto

En el libro De la educación ambiental a la educación para la sostenibilidad, Francisco Heras, Carmelo Marcén y Javier Benayas también identifican cinco retos clave para enfrentar la crisis socioambiental desde la educación: vincular lo local con lo global, conectar el conocimiento con la acción transformadora, incorporar la dimensión social de los problemas ambientales, integrar lo individual y lo colectivo, y asumir la complejidad de las causas y consecuencias implicadas.

Abordar estos desafíos supone no solo repensar cómo educamos sobre el medioambiente, sino también comprender que educar para cuidar el planeta es educar para cuidarnos: implica entender cómo lo que le hacemos al entorno repercute en nuestra salud física y emocional, y cómo, al actuar localmente, podemos generar cambios globales. Solo así construiremos una ciudadanía realmente consciente, comprometida y saludable.

Por Inma Mora Sánchez

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