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Así derrochamos el agua sin saberlo

derrochamos el agua

Más allá de un grifo mal cerrado o bañarse en lugar de tomar una ducha, muchas de las decisiones que tomamos en nuestro hogar y en el colegio contribuyen a malgastar cientos de litros de este bien tan preciado. Estas son algunas ideas de cómo hacer un uso responsable del agua.

En estos últimos días de clase, los más pequeños comparten un mismo sueño: disfrutar de las tardes sin reloj en las piscinas. No importa lo que diga el calendario: esa primera y refrescante zambullida marca el inicio del verano para ellos.

Todo lo que vivimos –y todo lo que somos– surge, ciertamente, gracias al agua, el origen de todo. De no ser por ella, ese refrescante vaso que nos devuelve la energía en pleno agosto, la macedonia de frutas que nos quita la sed, la vegetación bajo la que buscamos la sombra e incluso los recuerdos de aquellas vacaciones únicas en la playa no existirían. Y a pesar de ello, en muchas ocasiones despilfarramos este recurso natural sin darnos cuenta del impacto que causamos.

Según la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), España es uno de los países de la Unión Europea con el consumo de agua más alto por habitante: cada persona utiliza al día 131 litros. Si multiplicamos esta cifra por la población total (de aproximadamente 47 millones de personas), la cantidad que consume solo nuestro país es inabarcable. Más allá de un grifo mal cerrado o darse un baño en lugar de una ducha, muchos de esos litros se pierden por culpa de otros hábitos que hemos desarrollado y que no implican ver correr el agua por el desagüe.

Por ejemplo, cada vez que dejamos una luz encendida o el aire acondicionado en alta intensidad, estamos malgastando agua. ¿Por qué? Todas las fuentes de energía (incluida la electricidad) requieren del agua en sus procesos de producción: desde la extracción de las materias primas hasta la producción de biocombustibles, pasando por la refrigeración de las centrales, el funcionamiento de los biocombustibles o los procesos de limpieza. Por ello, cuanta más electricidad consumimos más agua hay que utilizar para generarla.

En muchas ocasiones despilfarramos este recurso natural sin darnos cuenta del impacto que causamos

También la ropa que compramos puede llegar a ser una importante enemiga del agua, y es que la industria de la moda no solo es uno de los sectores que más agua consumen, sino que también es uno de los que más contaminan nuestros recursos hídricos. Según un estudio publicado por la Unión Europea y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2020, la industria textil es responsable de aproximadamente el 20% de la contaminación mundial de agua potable en todo el mundo.

Por otro lado, la alimentación juega otro papel clave en el despilfarro. Sin ir más lejos, los cereales que tomamos en el desayuno habrán consumido más agua si llevan arroz en lugar de trigo –este último utiliza el agua de forma más eficiente– y, según la cantidad de carne que consumamos en una semana, habremos gastado más o menos agua (para producir un kilo, por ejemplo, se necesitan 15.000 litros). Que claro que la relación entre el agua y la alimentación es muy estrecha, ya que para producir los alimentos es imprescindible utilizar agua. El problema surge cuando la comida no se consume y se tira. Cuando los alimentos se desperdician el agua también se malgasta. El desperdicio de alimentos en los hogares españoles genera una huella hídrica de más de 130 litros por persona y día, según un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid.

En casa, en los parques y también en los colegios, los jardines son otros grandes derrochadores de agua: si los regamos en los momentos más calurosos, por ejemplo, estaremos gastando una enorme cantidad de forma inútil, dado que el agua se evaporará mucho antes de que las plantas puedan absorberla, lo que nos obligará a regar de nuevo. Depende también de lo que utilicemos para hacerlo: una manguera gasta 9 litros de agua por minuto, mientras que los aspersores pueden llegar a utilizar hasta 900 litros por hora.

De hecho, los colegios pueden ser el mejor lugar de aprendizaje para (re)pensar el uso que hacemos del agua

Y hay más: un jardín con plantas tropicales evaporará el agua mucho más rápido que uno construido con cactus, suculentas o plantas propias de la costa del Mediterráneo. Precisamente sobre esta idea se asienta la xerojardinería, una técnica para construir jardines llenos de vegetación que utilicen la mínima cantidad de riego posible, consumiendo tan solo un 30% del agua que utilizaría un jardín normal y convirtiéndose en un gran aliado contra la sequía. Todo suma a la hora de construirlo: las especies vegetales, la zona en la que se construye, el tipo de suelo, las horas de riego…

Algunos colegios ya cuentan con su propio xerojardín, un espacio de aprendizaje ideal para concienciar sobre el uso del agua. Es el caso del Aula de Educación Ambiental en Pozuelo de Alarcón (Madrid) o el Colegio San Agustín de Calahorra (La Rioja), que ya en 2006 se atrevió a construir su propio jardín sostenible para enseñar a sus alumnos las técnicas más básicas e implicarlos en una gestión más responsable del recurso a través de este tipo de naturaleza.

De hecho, los colegios pueden ser el mejor lugar de aprendizaje para (re)pensar el uso que hacemos del agua. Hay algunas costumbres que se pueden cambiar para dejar de contribuir al despilfarro de agua. Por ejemplo, al lavarse las manos y las caras, cerrar el grifo nada más acabar y comprobar que no quedan grifos abiertos al salir de los servicios. También se puede utilizar papel reciclado en lugar de papel blanco, ya que una tonelada del reciclado ahorra hasta 30.000 litros de agua.

Podemos cambiar algunos de esos hábitos que impactan en la cantidad y la calidad de agua disponible en nuestro ‘planeta azul’. Párate y piensa: ¿qué se podría cambiar en el aula y en casa para frenar el despilfarro?

Texto: Cristina Suárez