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Una mirada ambiental al volcán de Cumbre Vieja

volcán de Cumbre Vieja

De la lluvia ácida al descenso térmico: efectos ambientales de un volcán en erupción. Las noticias que llegan desde La Palma son, a pesar de la tragedia que están viviendo muchas familias, una oportunidad para trabajar en clase el impacto ambiental de fenómenos puramente naturales

Desde una perspectiva a ras de sueño, ningún alumno o alumna tendrá dificultades en comprender los riesgos medioambientales de un volcán en erupción. Basta con poner la televisión estos días y observar los ríos —coladas es el término preciso— de lava que está expulsando el volcán de Cumbre Vieja, en la isla canaria de La Palma. Un denso fluir rojinegro devora literalmente todo cuanto encuentra a su paso: cultivos, naturaleza virgen… Y, cuando vuelva la calma y el fuego líquido se apague, solo quedarán terrenos arrasados, estériles. Tierra baldía con un incierto horizonte a largo plazo. El tiempo de recuperación de la superficie afectada por un volcán depende de varios factores y no resulta fácil hacer estimaciones fiables.

El gran impacto ambiental de un volcán activo y desatado proviene de las alturas, de los gases y cenizas que genera la erupción

Sin embargo, el gran impacto ambiental de un volcán activo y desatado proviene de las alturas, de los gases y cenizas que genera la erupción. Partículas que vuelan libres, se mezclan con otras ya suspendidas en el aire y se expanden por la atmósfera impulsadas por el viento. Aunque el carácter relativamente modesto del Cumbre Vieja ahuyenta un tipo de catastrofismo extremo, la historia vulcanóloga guarda ejemplos de erupciones con influencia planetaria. En 1815, el inmenso volcán Tambora, en Indonesia, generó una capa cenicienta que cubrió todo el hemisferio norte. Al reducirse la exposición al sol, se calcula que ese verano la temperatura en España no subió de los 15º. Más real parece el riesgo de que el material volcánico no consolidado del Cumbre Vieja (sobre todo ceniza) dé lugar a grandes flujos de lodo en caso de lluvias torrenciales en el futuro, advierte el Instituto Geográfico Nacional.

Las noticias que llegan desde La Palma se antojan como una oportunidad única para combinar tabla periódica y educación ambiental

El catálogo de gases que libera un volcán —ya sea emanando directamente desde el cráter, mediante fisuras o a través de las coladas de lava— es amplio y diverso: monóxido de carbono, ácido clorhídrico, nitrógeno, cloro, flúor… Aunque los tres gases más peligrosos son el dióxido de carbono, el fluoruro de hidrógeno y el dióxido de azufre. A pesar de sus estampas de destrucción y tragedia, las noticias que llegan desde La Palma se antojan como una oportunidad única para combinar tabla periódica y educación ambiental.

El Instituto Vulcanológico de Canarias calcula que el volcán de Cumbre Vieja está expulsando entre 6.000 y 9.000 toneladas de dióxido de azufre cada día

El Instituto Vulcanológico de Canarias calcula que el volcán de Cumbre Vieja está expulsando entre 6.000 y 9.000 toneladas de dióxido de azufre cada día. En contacto con el agua de rocío o la procedente de precipitaciones, estas emanaciones masivas pueden provocar la temida lluvia ácida. Sobre todo, en las áreas más cercanas al volcán, pero también a cientos de kilómetros. A nivel medioambiental destaca la capacidad para disolver los nutrientes (calcio, magnesio) que la vegetación extrae del suelo y la posible contaminación de las aguas, tanto superficiales como subterráneas, en la zona afectando a también a las reservas de agua potable.

Con su fuerza arrebatadora, un volcán en erupción tiene incluso el potencial de modificar la orografía. Deslizamientos de ladera o terreno ganado al mar por lava solidificada son fenómenos a tener en cuenta. A seguir muy de cerca cuando expliquemos en clase las consecuencias de la intensa actividad volcánica que estos días vive La Palma.

Texto: Rodrigo Santodomingo