Última hora ambiental

Maestros y maestras forjando el futuro

Con motivo del final del curso, echamos la vista atrás para reflexionar sobre cómo está cambiando la figura del docente en un mundo en constante transformación y cómo abordar los desafíos del (no tan) futuro desde la educación.

Desde que los humanos empezamos a contarnos historias, a mostrar el funcionamiento de diferentes herramientas o a explicar a los pequeños cómo interactuar con el entorno, de alguna forma empiezan a existir los maestros. En un principio, casi de forma orgánica e informal, los mayores trasladaban a los jóvenes el conocimiento para que pudiesen desenvolverse con éxito en el mundo.

Los primeros maestros

Pero todo cambiaría en la Antigua Grecia con el surgimiento de los «sofistas», sabios y filósofos cuya misión era transmitir conocimientos y valores fundamentales para la vida. Platón y Aristóteles, por ejemplo, no sólo impartían conocimientos, sino que también formaban el carácter de sus discípulos. Eso sí, no a toda la sociedad, sino a quiénes tenían la suerte de ser designados para aprender.

Por otro lado, la educación del pueblo menos privilegiado corría a cargo de los padres o esclavos, algo que no cambiaría hasta el auge de Roma. Fue bajo este imperio cuando se empezó a valorar la labor de quienes se encargaban de convertir a los niños en ciudadanos. De hecho, es en este momento cuando se crean los primeros documentos enfocados a formar a maestros.

El nacimiento de las escuelas

En la Edad Media el conocimiento se concentró en los monasterios, donde se enseñaba a los jóvenes a leer e interpretar los textos sagrados y los clásicos rescatados de oriente. Por otra parte, los oficios se enseñaban en los gremios, muchas veces de padres a hijos y con un enfoque puramente práctico.

Un orden que duraría hasta la Edad Moderna. El mundo cambiaba rápido y el conocimiento volaba a mayor velocidad gracias a la imprenta. En este momento la educación vive un fuerte impulso y empiezan a surgir órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza de la población. Una instrucción basada en el orden, donde el alumnado debía escuchar y acatar las lecciones de los docentes.

Educación para todos

Con la llegada de la revolución industrial, la educación cobró un nuevo significado: empezó a considerarse un elemento esencial para el progreso y crecimiento de las sociedades. Desde entonces, empezó a expandirse y democratizarse a través de la educación pública: el docente se convirtió en un funcionario con la tarea de formar a los ciudadanos de la sociedad industrial. Aquí, la formación seguía un esquema mecánico de transmisión de conocimiento con una estructura estandarizada.

En el siglo XX, el rol del maestro comenzó a incluir también aspectos psicológicos y sociales, reconociendo la importancia del desarrollo integral del estudiante. A principios del siglo pasado se recuperan algunas perspectivas como las de Jean-Jacques Rousseau y surgen escuelas pedagógicas, como la iniciada por María Montessori, que tratan de romper con el esquema tradicional impulsando un papel más activo del alumnado.

En muchos países, las reformas educativas están incorporando competencias digitales y sostenibilidad ambiental como pilares fundamentales del currículo

Educar en un mundo en transición

Con el comienzo del siglo XXI siguieron perfeccionándose y expandiéndose las nuevas metodologías surgidas en el siglo anterior (como la bosquescuela) en las que la relación con el mundo natural y el aprendizaje activo del alumnado cobran fuerza. Una tendencia que converge con una de las mayores transformaciones de la historia de la humanidad y, como no, también de la docencia: la irrupción de internet y las tecnologías digitales.

Un mundo de conocimiento, pero también de desinformación. Así, hoy en día el maestro tiene el importante papel de acompañar al alumnado en el desarrollo de su espíritu crítico para que pueda desenvolverse con seguridad en el mar de la información. Un aspecto que refuerza la comunicación bidireccional con el alumnado, un enfoque que no solo exige a los educados un papel más activo, sino también a los educadores: los maestros y maestras se consolidan como guías para el aprendizaje y adaptan su trabajo a las características de los diferentes alumnos y alumnas.

Cuidar el presente para salvar el futuro

Así, hoy en día ser maestro implica enfrentarse a desafíos complejos y multidimensionales. Y dos de los desafíos más significativos en la actualidad son afrontar la enseñanza del cambio climático y la revolución de tecnologías avanzadas. Los alumnos de hoy serán quienes decidan el rumbo de mañana, y cada vez existe mayor consenso sobre la importancia de que desarrollen mentes abiertas, flexibles y críticas que puedan adaptarse a un mundo cambiante y moverse de forma ágil en la complejidad. Que puedan comprender, por ejemplo, que el cambio climático, las desigualdades económicas y la justicia social son elementos interconectados –y que las soluciones también deben serlo–.

Con este enfoque, sabemos que el cambio climático no es solo una cuestión científica, sino un problema ético y social. Lo que requiere una sólida formación interdisciplinar que abarca desde las ciencias naturales hasta las ciencias sociales y las humanidades. Implica enseñar habilidades prácticas para la sostenibilidad, como el reciclaje, el uso eficiente de recursos y la adopción de energías renovables, así como promover valores como la empatía, la cooperación y el respeto por el medio ambiente. Cada acción cuenta.

Tan solo en este curso se han sumado a Naturaliza 736 docentes de 515 centros

Un año lleno de novedades (y de compromiso ambiental)

En muchos países, las reformas educativas están incorporando competencias digitales y sostenibilidad ambiental como pilares fundamentales del currículo. Esto implica una formación continua para los maestros, que deben estar al día con los avances tecnológicos y las nuevas metodologías pedagógicas.

En España, veinte años después de la publicación del primer libro blanco de la Educación Ambiental, está claro que la labor de la docencia en materia medioambiental ha evolucionado de una manera notable. Este último año, los docentes han trabajado en documentos propuestos por el Ministerio, como por ejemplo, el Programa de Trabajo para el 2024 del Plan de Acción Ambiental para la Sostenibilidad (PAEAS), con resultados como el aumento de sellos de sostenibilidad para la educación en todo el país.

Hitos que son el resultado de la trayectoria docente, de la formación y también de la implantación de la Ley de Educación (LOMLOE), «que promueve que los centros educativos se conviertan en un lugar de cuidado del medioambiente». Pero, principalmente, son consecuencia de la implicación de los docentes en la transformación de la educación hacia la perspectiva ambiental.

Un compromiso que experimentamos año tras año desde Naturaliza, donde seguimos ampliando nuestra red de centros y profesores comprometidos con la educación ambiental. De hecho, tan solo en este curso se han sumado 736 docentes de 515 centros, llegando a un número acumulado desde el nacimiento del proyecto de 124.140 alumnos. Son (y sois) docentes interesados por seguir ampliando sus conocimientos en materia de educación ambiental a través de nuestras formaciones digitales, o por explorar formas diferentes –más directas, amenas y emocionales– de concienciar al alumnado a través de actividades. Y son miles de niños y niñas que, gracias a todos los recursos que les ofrecen sus maestros y maestras, defenderán el cuidado del planeta no desde el miedo, sino desde el amor por la naturaleza.

Sin abandonar la transmisión del conocimiento, los profesores y profesoras de hoy deben hacer llegar al alumnado la importancia de cuidar el entorno, estimulando una postura activa y crítica respecto al mundo y acompañándoles en el desarrollo de las capacidades necesarias para el universo digital. Por esto, en este artículo no solo queremos reivindicar la figura de los maestros y maestras como esenciales para el futuro, sino, en especial, agradecer los grandes esfuerzos que ya hacéis para guiarnos hacia un destino más responsable, más sostenible y más próspero.

¡Gracias!

Texto: Mariela Ruth Gómez Ponce
Ilustración: Nicolás Aznárez