Desde tiempos inmemoriales, los bosques se han concebido en la mitología y la literatura como espacios misteriosos y mágicos en los que la fantasía podría esperar tras cualquier arbusto. Pero, aunque nos encantaría encontrarnos con pequeños seres correteando entre los árboles, estos no eran más que el fruto de la imaginación humana… ¿o no? ¿Y si hubiera algo de cierto? Aunque resulte complicado encontrar elfos o unicornios, lo que sí se ha convertido en un hallazgo avalado por numerosos estudios es que los bosques custodian una magia especial. No es algo nuevo que el contacto con entornos naturales mejore nuestro estado de ánimo o nos ayude a respirar mejor, pero los llamados «bosques terapéuticos» vienen a ampliar las aportaciones positivas de estos lugares.
¿De dónde vienen los baños de bosque?
El término «baño de bosque», shinrin yoku en japonés, se originó en el país nipón en 1982, cuando apareció por iniciativa del Ministerio Japonés de Agricultura, Silvicultura y Pesca, y se perpetuó como práctica saludable enfocada a reducir los efectos del estrés, la ansiedad y una frenética vida laboral y urbana.
Sin embargo, además de sus efectos terapéuticos, desde el país asiático encontraban una fórmula más para proteger sus ecosistemas forestales y ponerlos en valor de una manera nueva. Es decir, promovieron una iniciativa verde para proteger estos bosques con propiedades terapéuticas, aquellos lugares más adecuados para darse un buen chapuzón de bosque, que después se extendería al resto del mundo.