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Gema Escrivá de Romaní, directora general del Banco de Alimentos de Madrid «El 42% del desperdicio alimentario se produce en los hogares, por eso es crucial la concienciación»

Gema Escrivá de Romaní

Auque solemos asociar las Navidades con abundancia de comida, no a todas las familias les cuesta lo mismo llenar las mesas en estas fechas. Gracias al Banco de Alimentos de Madrid, se salvarán cientos de toneladas de comida en estas fiestas y miles de familias podrán alimentarse de forma saludable durante todo el año. Hablamos con su directora.

Las Navidades son, probablemente, el momento del año en el que las casas albergan más invitados y las mesas más comida: pescados, carnes, mariscos, verduras, dulces… Un sinfín de recetas en las que la abundancia suele ser una constante. Sin embargo, no es igual de sencillo para todas las familias ofrecer un festín a la altura de las fechas o, incluso, calmar el hambre de todos los comensales. Os dejamos esta entrevista con Gema Escrivá de Romaní.

Por suerte, el Banco de Alimentos de Madrid no evita que falte comida en las mesas madrileñas, sino que gracias a ellos 150.000 personas comen a diario de manera saludable. Además, en 2022, la entidad evitó que se destruyeran más de 13,3 millones de kilos de alimentos, el 57 % del total de alimentos distribuidos, reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, favoreciendo la sostenibilidad y promoviendo la economía circular al introducirlos de nuevo en la cadena de consumo. Hablamos con su directora general, Gema Escrivá de Romaní, para que nos explique cómo funciona la organización y para que nos ayude a concienciar, tanto dentro como fuera del aula, sobre la relevancia de la solidaridad, sobre el valor de los alimentos y sobre el poder del consumo responsable.

Tras más de 29 años en activo, muchos conocemos o hemos escuchado hablar del Banco de Alimentos de Madrid, pero quizás no tantas personas sepan cómo trabajan. ¿Cómo es el día a día de la organización?

Nuestra actividad se vertebra en dos ejes: por un lado, la recuperación de los excedentes alimentarios de los diferentes agentes de la cadena, que es el origen de los bancos de alimentos. Los alimentos que se recuperan son aptos para el consumo humano, pero están fuera del mercado por distribución o por fecha muy próxima de caducidad. Por otro lado, la distribución. Esos alimentos los distribuimos a nuestras entidades beneficiarias para que lleguen a las personas más vulnerables.

No distribuimos nunca directamente a personas, sino a entidades. Facilitamos una comida diaria a 150.000 personas a través de 550 entidades benéficas con las que trabajamos en la Comunidad de Madrid. Tenemos tres tipos de productos: frutas y hortalizas; productos de cesta básica (pasta, arroz, cacao, aceite, legumbres, harina…), que adquirimos generalmente vía donaciones de empresas y particulares; y el resto de productos provienen de todo el espectro de donaciones de la industria alimentaria, como leche, yogures, etc. No damos todos los alimentos con la misma frecuencia. Tenemos un índice de reparto por persona (por ejemplo: dos huevos semanales por persona). También tratamos de dar comidas elaboradas, porque muchos de nuestros destinatarios tienen dificultades para acceder al consumo energético y para cocinar. Así que intentamos darles legumbres en tarro, por ejemplo, en vez de secas. Esa es nuestra actividad diaria.

Gracias a su labor, aproximadamente 150.000 madrileños pueden comer a diario. ¿Cómo describiría el perfil de estas personas? ¿Cuáles son las principales necesidades que se observan desde el Banco de Alimentos?

Hemos detectado que la pobreza está bajando escalones. Hay una pobreza moderada, que afecta a personas con dificultades para llegar a fin de mes pero que pueden hacer frente a los gastos de alimentación, y una pobreza severa, que afecta a quienes no llegan a final de mes y tienen que elegir entre pagar una factura u otra. Después encontramos a las personas en privación material severa, que afecta a más de medio millón de personas en la Comunidad de Madrid. Son personas que, de los trece ítems de consumo básico que marca la Unión Europea, no pueden comer siete. La bolsa de privación material severa aumenta y tiende a cronificarse, por lo que es complicado que salgan de ella.

De los alimentos obtenidos, la mitad de ellos son reciclados. ¿De dónde provienen estos productos? ¿Qué importancia tiene para vuestra organización la lucha contra el desperdicio alimentario?

Prefiero no hablar de alimentos «reciclados», no lo son porque no han sido utilizados y son aptos para el consumo. Son alimentos «recuperados», porque evitamos su destrucción. Llevamos 29 años trabajando en economía circular y el pasado año el 57% de los productos que distribuimos provinieron de la recuperación, y todo apunta a que en 2023 el porcentaje será del 62%.

Estos productos provienen de cuatro fuentes. Las frutas y hortalizas, sobre todo vía el programa FEAT de la Unión Europea, que subvenciona el 100% a aquellos productores de frutas y hortalizas que donen hasta el 5% de lo que comercializan. El pasado año adquirimos 8 millones y medio de kilos de frutas y hortalizas, y este año la cifra será similar. Cuatro millones vienen de este programa y otro tanto, de evitar la destrucción de estos productos en Mercamadrid, desde donde nos ceden productos que no pueden vender.

Por otro lado, tenemos la vía producción-transformación, la de aquellas empresas que nos donan, bien porque han sacado un producto nuevo que no ha tenido aceptación, o bien porque han distribuido menos pedidos. Y, antes de tirar el stock, nos lo donan.

También contamos con derivados lácteos, yogures, quesos, pasta precocinada… Son sobrantes de los puntos de venta. En estos casos, lo que hacemos es conectar a la entidad beneficiaria con el punto exacto para que las recoja ya que, por fecha de caducidad, no nos da tiempo a que pase por el Banco.

Por último, trabajamos con las cadenas de distribución que también tienen excedentes pero que, al ser partidas muy grandes, vienen al Banco porque las entidades no las pueden asumir de manera directa. Ahora estamos trabajando, además, con el sector de la hostelería para recuperar excedentes de las comidas preparadas.

El comercio de proximidad y hacer la compra a diario evita que desperdiciemos

¿Qué valor cobra la educación –tanto en los colegios como en casa– a la hora de avanzar hacia un consumo más responsable y justo?

El tema del consumo en los chavales es muy complejo. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el 42% del desperdicio alimentario se produce en los hogares, algo muy difícil de controlar. Es un tema educativo, hay que concienciar para consumir de manera responsable. Por otro lado, las estructuras familiares están cambiando, han reducido el número de miembros. Antes se hacían compras mensuales muy grandes; sin embargo, ahora está ganando peso el comercio de proximidad y, al ser menos miembros por familia, se compra más de día en día, con lo que se desperdicia menos.

Para nosotros la labor de concienciación y educación es muy importante. Desde el Banco de Alimentos, a través de la División de la Operación Kilo, trabajamos con entidades educativas. Tenemos un equipo formado casi al completo por exprofesores que imparten talleres en colegios para concienciar sobre las diferencias entre un niño que tiene todo para desayunar y otro que no tiene nada, acaso un vaso de leche aguado, para que se den cuenta de las realidades. Damos charlas sobre las consecuencias del desperdicio, sobre la importancia de evitarlo, concienciamos a propósito de que los recursos son limitados y de cómo hay que mantener la sostenibilidad del planeta. Después, los traemos al Banco para que vean cómo funciona y para que participen en distintas jornadas. Nuestra experiencia es que funcionan muy bien, porque son talleres y charlas muy participativas.

El pasado año, el 57 por ciento de los productos que distribuimos provinieron de la recuperación

La campaña de Navidad es uno de los momentos más importantes para la recogida. ¿Somos más solidarios en Navidades que el resto del año? ¿Cómo se encuentra la salud de la solidaridad entre los españoles?

Somos muy solidarios; esta campaña se hace en otros países de Europa y España es la que más recoge casi todos los años. Las navidades son una época de especial sensibilización. Pero no podemos olvidar que la capacidad de donar, hoy en día, es más limitada que en años pasados. Tenemos un presupuesto y todo es más caro: la energía, los alimentos, las hipotecas… Si tenemos menos dinero, donaremos menos. Y al subir el precio de todo, cunde menos. Con diez euros, este año se puede comprar mucho menos que en 2022, lo hemos notado en esta campaña. En doce meses el incremento de los alimentos ha sido de un 21% y eso es mucho, muchísimo, y hablamos de alimentos de cesta básica.

Por último, otro agente imprescindible para el Banco de Alimentos son los voluntarios. ¿Qué les anima a comprometerse con esta causa y de qué manera se puede concienciar a las escuelas? Es decir, ¿cómo podemos educar a los más pequeños en la importancia de involucrarse con la comunidad a través de proyectos como este? Al fin y al cabo, serán ellos quienes algún día tomen el relevo.

Somos una entidad que funciona gracias a 424 personas, de las que 390 son voluntarios estables. Por nuestros estatutos, ningún puesto directivo está remunerado, sólo lo están perfiles muy específicos, vinculados a la digitalización o a ciertos puestos de continuidad y presencialidad. Ten en cuenta que gestionamos cuatro almacenes en la Comunidad de Madrid, que requieren jefes de almacén y personal cualificado como el que maneja las distintas máquinas. Hay muchas áreas en el Banco de Alimentos; al fin y al cabo, nuestra estructura es como la de una gran empresa, con sus diferentes departamentos. También contamos con un voluntariado ocasional que nos ayuda en momentos puntuales, como ferias, eventos o campañas en establecimientos. Todo aquel que quiera colaborar con nosotros tiene un hueco, basta con ponerse en contacto con el Banco. Sí estamos rejuveneciendo el perfil del voluntario, sobre todo por el proceso de la digitalización en la que la entidad está inmersa desde finales de 2021, pero todo el mundo tiene cabida.

Texto: Esther Peñas