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¿Cómo educar al alumnado para un mundo que todavía no existe?

El comienzo del curso es un momento excepcional para atender a los grandes desafíos del momento y reflexionar sobre cómo preparar al alumnado para una realidad en constante cambio.

Casi un millón de docentes, según el Sistema Estatal de Indicadores de la Educación 2024, han comenzado el año escolar cargados con nuevos proyectos, retos y también, pese a la melancolía del final de las vacaciones, con ilusión. De nuevo toca volver a enseñar, y también a aprender; pues es parte esencial de la profesión estar al día de las tendencias sociales, científicas, culturales y tecnológicas para preparar al alumnado para el futuro. Puede parecer difícil –o incluso imposible–, pero el presente nos deja algunas pistas que podrían esbozar las necesidades del mundo que vendrá: digitalización, Inteligencia Artificial, igualdad o espíritu crítico son algunas de las variables que, según parece indicar el presente, podrían perfilar la sociedad del mañana.

En este artículo damos la bienvenida a un nuevo curso y ofrecemos algunas pinceladas sobre cómo aprovechar los tiempos de cambio para mejorar las herramientas para educar –en el sentido más amplio de la palabra– al alumnado.

 

Los retos de la educación en una sociedad en cambio permanente

La educación está en constante evolución. En un mundo donde la digitalización transforma rápidamente la manera en que interactuamos, aprendemos y trabajamos, los docentes han de estar preparados no solo para integrar las TICs (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones) en el aula, sino también para hacerlo de una forma equilibrada, original y constructiva. En este sentido, en España ha cobrado fuerza, por ejemplo, un intenso debate sobre el uso de dispositivos electrónicos en las aulas.

La IA (Inteligencia Artificial) es otro de los grandes avances que, aunque todavía está en una fase temprana de integración en la educación escolar, ya muestra su potencial en otros ámbitos como el empresarial o incluso en la educación superior. Desde programas de tutoría personalizados hasta herramientas de evaluación automática, la IA promete cambiar la forma en que enseñamos y aprendemos. Los docentes de hoy enfrentan el reto de manejar estas herramientas, y también enseñar a los estudiantes a convivir con ellas y fomentar un pensamiento crítico que les permita aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías para estimular —y no mermar— su aprendizaje.

Preparar a los alumnos para el futuro no solo implica enseñarles nuevas herramientas tecnológicas, sino también formar ciudadanos críticos, resilientes y empáticos

Salud emocional: el desafío silencioso

Otro de los grandes retos del sistema educativo actual es afrontar el aumento de problemas emocionales y de salud mental, tanto entre el alumnado como entre el profesorado. Estudios recientes indican que uno de cada cinco niños en España presenta algún síntoma de ansiedad o depresión antes de los 18 años.

Otro problema de gran envergadura en la educación de nuestro país son los casos de acoso escolar o bullying –y ciberbullying– que UNICEF define como «una conducta de persecución física y/o psicológica a una persona de forma negativa, continuada e intencionada». Se trata de agresiones verbales o físicas, casos de exclusión social e incluso de acoso cuyo impacto negativo se viene advirtiendo desde hace años. Estas situaciones requieren que los docentes no solo actúen como formadores académicos, sino también como ejemplos a seguir e, incluso, como apoyos emocionales.

Pero ¿están los docentes preparados para ello? Aunque quizás este aspecto capte menos atención, según una encuesta de 2023, el 45% de los docentes en España reportaron niveles elevados de estrés y agotamiento, una tendencia que ha ido en aumento en los últimos años. Para enfrentar estos retos, es esencial implementar estrategias de autocuidado y bienestar emocional en los centros educativos. Acciones como talleres para toda la plantilla o incluso jornadas de esparcimiento y ejercicios que ayuden a estimular la empatía, la autoconciencia, la autorregulación emocional o la asertividad pueden ser de gran ayuda.

Así, la formación continua del profesorado se centra no solo en las competencias técnicas, como el manejo de herramientas digitales o la metodología educativa, sino también en habilidades socioemocionales.

En el documento La educación emocional requiere formación del profesorado, los autores Rafael Bisquerra Alzina y Esther García Navarro definen el desarrollo humano como una labor centrada en la educación: «En términos médicos, el desarrollo de la salud tiene como reverso la prevención de la enfermedad. En términos educativos, el desarrollo humano tiene como reverso la prevención en sentido amplio de los factores que lo puedan dificultar: prevención de la violencia, prevención de ansiedad, estrés, depresión, consumo de drogas, comportamientos de riesgo, etc. Una educación para la vida, con la perspectiva del desarrollo humano como telón de fondo».

El aumento de problemas emocionales y de salud mental en estudiantes exige que los docentes no solo actúen como formadores académicos, sino también como guías emocionales

Una educación inclusiva y adaptativa

Otro aspecto clave es la necesidad de una educación inclusiva, con perspectiva de género y adaptada a todos los niveles y necesidades del alumnado. Desde la Educación Infantil hasta la Educación Especial, es crucial que los docentes reciban la formación necesaria para atender a la diversidad de sus estudiantes. Esto incluye no solo la atención a alumnos con necesidades educativas especiales, sino también la capacidad de ofrecer un aprendizaje adaptativo que responda a los diferentes ritmos y estilos de aprendizaje.

Para lograr una educación inclusiva, es fundamental que las políticas educativas sigan promoviendo una formación adecuada y recursos suficientes para los docentes. La inclusión no debe ser vista como un reto aislado, sino como una oportunidad para enriquecer, de forma transversal, el proceso educativo.

Para tratar de crear espacios en los que todos los alumnos puedan explorar su potencial, los siguientes puntos pueden marcar la diferencia:

  • Fomentar la inteligencia emocional en el aula para identificar, expresar y gestionar emociones con actividades como el diálogo abierto, el mindfulness y los ejercicios de autoevaluación emocional.
  • Crear un ambiente seguro y de confianza con entornos en el que los estudiantes se sientan escuchados y valorados. La confianza y el respeto mutuo permiten expresar emociones y opiniones sin miedo al juicio.
  • Incorpora el aprendizaje socioemocional en el currículo con actividades y contenidos que promuevan la empatía, el trabajo en equipo y la resolución de conflictos a través de juegos de rol, proyectos colaborativos o debates guiados.

 

La formación, clave para enfrentar el futuro

La tarea de educar para un mundo que aún no existe puede parecer abrumadora, pero es justo en tiempos de cambio cuando la educación puede reinventarse. Los docentes, desde los primeros años de escolarización hasta los niveles más especializados, han de abrazar la incertidumbre y verla como una oportunidad de innovación y mejora.

Preparar a los alumnos para el futuro no solo implica enseñarles nuevas herramientas tecnológicas o reforzar los contenidos académicos. También significa formar ciudadanos críticos, resilientes y empáticos, capaces de adaptarse a los cambios y de contribuir de manera positiva a una sociedad en constante transformación. Los desafíos son grandes, pero con formación adecuada y el apoyo necesario, los docentes tienen el poder de formar a la próxima generación de ciudadanos para el mundo que aún está por llegar.

 

Texto: Mariela Ruth Gómez Ponce
Ilustración: Nicolás Aznárez