Última hora ambiental

Alicia Torrego: «Tenemos que poner la vida en el centro»

Alicia Torrego

En el marco del Congreso Nacional de Medioambiente organizado anualmente por la Fundación Conama, hablamos con su directora, la física Alicia Torrego, sobre cómo poner la vida, la salud y el planeta en el centro de nuestras decisiones y la importancia de la educación ambiental para diseñar la hoja de ruta que necesitamos.

Parar, escuchar. Como especie, como sociedad, como ciudadanos. Somos una audiencia frente a un escenario abarrotado de retos ambientales por resolver a lo largo de este siglo –como la transición energética, la protección de la biodiversidad o la economía circular–, y solo podremos entender lo que el planeta nos pide si prestamos atención desde nuestras butacas, listos para levantarnos y ponernos manos a la obra. Este es el objetivo de la Fundación Conama, una entidad que nació hace casi veinte años con la misión de contribuir a crear alianzas sólidas entre gobiernos, el sector privado y –como no podía ser de otra manera– ciudadanía para transformar la línea narrativa de la historia de la humanidad. Todo ello desde el diálogo. Por eso, la entidad lleva quince años celebrando el Congreso Nacional de Medioambiente, un evento anual de varios días donde todos los agentes sociales se encuentran en un espacio en el que dialogar, debatir, proponer y resolver. Desde biólogos a economistas. Desde profesores hasta empresarios. ¿El objetivo? «Poner la vida, la salud y el planeta en el centro de nuestras decisiones», resuelve Alicia Torrego, física y directora de la fundación. Su última edición finalizaba el pasado 3 de junio, momento que aprovechamos para hablar con ella.

Última Hora Ambiental. Estáis a un lustro de cumplir dos décadas celebrando vuestro Congreso Nacional de Medioambiente, generando una red resistente en el sector ambiental. Echando la vista atrás, ¿qué ha cambiado en todos estos años?

Alicia Torrego. Empezamos con la Fundación en 1992 y nos acercamos a los 20 años como testigos de una transformación de un sector que se gestó en las cuestiones ambientales más tradicionales (como la calidad ambiental o la conservación de la naturaleza) y al que se han ido sumando numerosas disciplinas que han convertido el medioambiente en un vector de desarrollo a nivel integral. A lo largo de todas estas ediciones del Conama hemos visto un importante cambio de los actores invitados: ya no solo son biólogos y ecólogos, también economistas, urbanistas, arquitectos, profesionales de la industria, profesores, responsables de inversiones… Es decir, representantes de todo tipo de ámbitos sociales. Aunque, en realidad, ese siempre fue nuestro propósito. El Conama nació de la mano de físicos y biólogos con el objetivo de trasladar el debate de la Declaración de Río [sobre el Medioambiente y el Desarrollo], que reunió bajo un mismo mensaje a 193 países, al contexto español. Y, a día de hoy, ya no solo vemos implicados únicamente a los departamentos ambientales, sino a todo el mundo.

UHA. ¿Ha costado conectar con ellos?

AT. Recuerdo en los primeros años que ya existían grupos de trabajo donde había una apelación clarísima para construir una ciudad más justa y sostenible, por ejemplo. Ahí se veía que hacía falta llegar a los departamentos de urbanismo, que antes consideraban las cuestiones medioambientales como algo fuera de su alcance o de su obligación. Como algo secundario. Ver que ahora se incorpora en la planificación urbanística el espacio público, las herramientas inspiradas en la naturaleza y la calidad ambiental como base es todo un avance.

 

«Conama nació en 1992 con el objetivo de trasladar el debate de la Declaración de Río al contexto español. Es una herramienta de participación al servicio del Pacto Verde»

UHA. ¿Cómo ha sido esta edición? El cartel hacía referencia a la que debería haberse celebrado en 2020, a pesar de haber pasado un año. Debe haber sido especial.

AT. Tan especial… en fondo, en contenido, en operativa. Absolutamente todo ha estado marcado por la pandemia. Cuando la covid empezó a provocar los primeros estragos, los grupos de trabajo ya estaban manos a la obra con las reuniones para organizar el congreso. Llegó noviembre, fecha en la que queríamos celebrarlo, y tuvimos que aplazarlo. Meses más tarde tampoco vimos la oportunidad. Y, entonces, en la primera semana de junio de 2021 ya se presentó el momento. Estamos convencidos de que la conexión que se genera siempre en los congresos no se puede trasladar al mundo digital. Es verdad que a través de la plataforma online hemos facilitado la participación de gente que no podía desplazarse y que también preparamos algunos programas virtuales sobre la recuperación que queremos para poder calentar motores. Pero, aunque ese formato mixto ha venido para quedarse, la guinda al pastel la puso el encuentro físico. Eso de hablar cara a cara, observar en directo, escuchar las alianzas, ser testigos de los intercambios de ideas… se necesita un contacto físico para que funcione bien. A pesar de que este año ha sido un congreso más pequeñito, la ilusión y la alegría han marcado muchísimo esta edición. Era muy emocionante escuchar a tantas personas diciéndonos que el congreso era el primer evento que les había hecho salir de la burbuja del teletrabajo. Con cuidado y con respeto lo hemos conseguido. Lo necesitábamos para alimentar ese momento de creatividad que requieren ahora mismo las cuestiones ambientales, porque no estamos ejecutando una hoja de ruta, estamos creando la hoja de ruta definitiva.

UHA. ¿Cuáles han sido los ejes fundamentales del congreso?

AT. Como era de esperar, la salud lo ha copado todo. Casi todas las aproximaciones a los distintos temas ambientales –energía, movilidad, biodiversidad, economía, renovación urbana, desarrollo rural o residuos– han tenido que ver con la salud y con la transformación que pueden provocar los distintos fondos de recuperación generados tras la pandemia.

«Necesitamos pensar en el ciclo final de los productos para evitar problemas muy graves de conservación de la naturaleza y territorios»

UHA. De hecho, habéis abordado nuevas preocupaciones, como los impactos ambientales que está provocando el aumento del comercio electrónico y sus consecuencias: el exceso de embalaje, las devoluciones gratuitas en masa o la huella de carbono del transporte de productos.

AT. Siempre intentamos anticiparnos a las cuestiones que están ahí y no tienen el protagonismo suficiente. Ya ocurrió en ediciones anteriores cuando empezamos a hablar de los residuos del sector textil, y eso que apenas había unas pocas personas preocupadas por el ámbito. Ahora, sin embargo, es uno de los problemas más graves que tenemos que resolver. En el caso del comercio electrónico, ya vemos cómo transforma nuestras ciudades a través de los residuos y la movilidad, y también nuestro comportamiento. Pero apenas se está diagnosticando y así es imposible ver dónde meter mano a la problemática para reducir su huella ecológica. Otro gran reto que hemos predicho es el de internet y el consumo energético que genera la dependencia absoluta de las redes sociales. Esta contaminación salta de lo virtual a lo físico, y está desembocando en efectos globales. Hablamos de los servidores que utilizan las grandes empresas de internet para almacenar esa ingente cantidad de información que generamos cada segundo con nuestros clics, pero la huella de carbono de la tecnología también abarca nuestro hogar. Por ejemplo, el stand by de los electrodomésticos: todavía nos cuesta ser conscientes de cuánto consume ese reloj digital que marca la hora en nuestro horno aunque no lo estemos utilizando. A mí me gustaría pedirle a la gente que intente pensar cuánto del consumo de su factura energética tiene que ver con aparatos que están en modo automático. Apagarlos puede ahorrarnos un 10% y, sin embargo, muchas veces ni siquiera el propio consumidor tiene la posibilidad de quitar el stand by de un electrodoméstico de una forma sencilla.

UHA. ¿Por eso el ecodiseño ha jugado también un papel tan importante en la última edición del Conama?

AT. Si no pensamos desde el ecodiseño, si no exigimos un diseño sostenible de nuestros productos como consumidores, iremos sumando y llegaremos a un punto en el que no podremos controlar cómo nos afecta. Ahora hablamos mucho de los cambios horarios de la luz, pero sin un ecodiseño, ni siquiera vamos a poder echar mano a eso. Es un consumo fantasma. Por eso, este año hemos vuelto a premiar a aquellas empresas que se están esforzando en este aspecto. Todavía son pequeñas acciones que no ganan relevancia en la transformación global de los productos que consumimos en general, pero si no empezamos por aquí no vamos a cambiar nuestra capacidad de acción. La educación ambiental es importantísima, pero si estás convenciendo a una persona de que transforme su comportamiento y luego no tiene las herramientas para hacerlo, se dará de bruces con una realidad llena de obstáculos y limitaciones en sostenibilidad. Debemos tener en cuenta que, al final, hay un porcentaje de población muy convencido de su papel en el cuidado del planeta, pero también otro muy reaccionario. Si hubiera las herramientas suficientes, todos podríamos aportar muchísimo más como ciudadanos. Y esa es una de nuestras principales preocupaciones.

«Los educadores tienen un interés clarísimo en crear conciencia ecosocial, y eso es lo que se necesita globalmente»

UHA. Entonces, la educación ambiental es urgente, pero necesitamos una actuación conjunta para que surta el efecto que buscamos.

AT. Por supuesto. Necesitamos una escala generalizada de productos más sostenibles, mejor diseñados y con una vida útil más longeva. En el congreso hemos tenido sesiones muy interesantes sobre rehabilitación de edificios, por ejemplo. Hemos hablado de cómo rebajar su consumo energético y los materiales necesarios para consumir el mínimo de recursos y energía. Y esto es primordial: estamos generando nuevos residuos y en unos años tendremos que ver qué haremos con ellos. ¿Qué vamos a hacer cuando dentro de veinte años los molinos eólicos dejen de funcionar y tengamos que deshacernos de ellos? ¿A dónde van a ir las baterías de los coches eléctricos, o los restos de las placas solares? Necesitamos pensar en el ciclo final para evitar problemas muy graves de conservación de la naturaleza y territorios. Hay que mirar un poquito más allá.

UHA. ¿Y cómo se mira más allá? ¿Cómo encontramos esa bola de cristal?

AT. Conama es una herramienta de participación al servicio del Pacto Verde con un capital social importantísimo, que es el que nos permite estar en contacto con profesionales de todas las áreas enfocados en distintas perspectivas. Son las antenas que nosotros necesitamos para detectar problemas y cuestiones claves a futuro. Los profesionales de medioambiente de nuestro país están muy bien formados y, además, tienen la particularidad de su vocación: son un sector verdaderamente comprometido con su trabajo y preocupado por convencer al resto para actuar. Hay funcionarios, por ejemplo, que son verdaderas punta de lanza en el sector medioambiental. La transformación necesita de nuevos procedimientos y eso requiere personas implicadas.

UHA. ¿Qué papel juega el profesorado en el sector ambiental? ¿Habéis encontrado en ellos esa vocación por alcanzar el cambio?

AT. Tenemos en Conama un grupo de educación ambiental muy, muy beligerante. Hay un interés clarísimo en crear conciencia ecosocial por parte de los educadores y creemos que es lo que se necesita globalmente. El cambio tiene que revertir también en las nuevas generaciones, que al final son las que se van a encontrar el mundo tal y como se lo dejemos. Para ellos también es una realidad incómoda: a los educadores, como a todos, les están pidiendo que transformen sus hábitos, que dejen de hacer las cosas como venían haciéndolas, que asuman nuevas fórmulas para desarrollar su valor, etc. y eso siempre tiene alguna resistencia. Sin embargo, la mayoría son personas absolutamente vocacionales que quieren transformar los centros y proponen experiencias de iniciativas interesantísimas. Echan horas a raudales, aprovechan cada minuto para educar en materia medioambiental. Incluso las horas extraescolares. Nosotros, desde Conama, lo que queremos es que la educación ambiental dé el salto al currículum educativo para que los profesores tengan tiempo para todo.

«Desde Conama queremos que la educación ambiental dé el salto al currículum educativo»

UHA. ¿Para eso es fundamental la Ley de Cambio Climático y Transición Energética aprobada en este año por el Gobierno, que obligará a incluir planes de educación ambiental en los centros educativos?

AT. Yo diría que es suficiente, aunque con matices. Es cierto que promueve cambios disruptivos en un montón de ámbitos, pero aquí es donde me sale la vena física [ríe]: en cualquier aspecto, una cosa es una cosa, y la contraria. Es decir, que la ley es suficiente porque creo que no puede ser más adelantada y, a la vez, creo que no es suficiente porque hay más partes por resolver, y para ello es necesario conseguir arrastrar al sistema por completo. La realidad del cambio climático va más rápido de lo que queremos admitir y debemos de trabajar duro para implantar todo lo que propone la ley en el menor tiempo posible para poder asumir esos compromisos tan ambiciosos. Llevamos un retraso de una década y no podemos pedirle a esta ley que sea la responsable de romper la cuerda.

UHA. ¿Cómo podemos acercar el sector ambiental al aula de una forma que atraiga a los más pequeños?

AT. Para empezar, hay que arropar a los profesores, que tienen una carga de trabajo enorme de por sí y, encima, les sumamos más presión. Eso no puede ser. Nosotros, como ya he dicho, estamos trabajando para que la educación ambiental se aborde desde el propio currículum educativo y, así, poder quitar esa carga extra de trabajo. Sabemos que el sector del profesorado está formado por gente absolutamente avanzada en el tema que ha dedicado su tiempo para aprender sobre el sector ambiental y poner en marcha iniciativas preciosas. Un buen ejemplo son todos esos proyectos de naturalización de centros educativos con huertos ecológicos, comedores escolares que siguen una dieta de kilómetro cero (productos locales y de temporada) haciendo conscientes a los chavales de lo que comen y lo que eso significa para el planeta. Son iniciativas de un altísimo nivel. Y por eso tienen que entrar dentro de sus horas de trabajo. Necesitamos una solidaridad absoluta con el profesorado porque son profesionales estupendos que en este curso de pandemia han hecho lo inhumano para mantener la educación a flote y poner en marcha proyectos en los coles a pesar de haber sido un año tan difícil, con millones de protocolos.

UHA. Hay muchísimos ejemplos de esos proyectos cercanos a la naturaleza de los que hablas.

AT. Las iniciativas que llevan la naturaleza a los centros escolares son absolutamente claves porque permiten abordar el medioambiente desde todos los enfoques: el cambio climático, los residuos, la contaminación, la salud… Pero, en mi opinión, lo vital es que permiten a los más pequeños experimentar en primera persona la cercanía a la naturaleza, con todo lo que eso implica: el conocimiento del ciclo natural, la experiencia, comer lo que vemos que nace de la tierra, etc. Aprenden que la naturaleza es capaz de generar el alimento suficiente para que podamos sobrevivir y para que nuestra sociedad pueda salir adelante. A veces, se nos olvida que lo más importante, al final, es una flor.

«Las iniciativas que llevan la naturaleza a los centros escolares son absolutamente claves porque permiten experimentar la cercanía a la naturaleza, con todo lo que eso implica»

UHA. De la mano de naturalistas, biólogos, urbanistas, arquitectos y un largo etcétera, desde Conama lleváis años abordando el sector de las soluciones basadas en la naturaleza. Hemos hablado de acercar la naturaleza a los coles, pero ¿podemos acercar también este tipo de respuesta?

AT. Ya se están poniendo en marcha. Y van a eclosionar. Surgirá la financiación para la renaturalización de nuestras ciudades, y eso va a terminar aterrizando en los centros escolares. Hemos dado la espalda a la naturaleza durante mucho tiempo y es esencial para nosotros. Necesitamos hacer conscientes a todas las personas de que nuestro modelo de desarrollo tiene que tender a cerrar ciclos y a imitar a la naturaleza: no podemos tomar ciclos y transformarlos provocando un impacto enorme que no sabemos hasta dónde llegará. Un buenísimo ejemplo es el proyecto sostenible Colegio Imagine Montessori en Paterna, Valencia. Es un centro educativo en proceso de construcción que se ubica en la zona de vegetación tras el barranco de En Dolça y para el que se están utilizando dos materiales, la madera y la cerámica, para convertirlo en un edificio sostenible que reduzca el consumo de recursos y la huella ecológica. Además, las aulas, orientadas hacia el bosque, cuentan con grandes ventanales y una terraza exterior para permitir el desarrollo del proceso educativo en constante contacto con la naturaleza. Otro es el proyecto Patios X el Clima, financiado por el Ministerio para la Transición Ecológica, que busca renaturalizar los patios de los colegios de una manera participativa con los alumnos que lleve a fomentar el aprendizaje ambiental. También está El patio de mi cole es particular, otro proyecto para transformar las zonas de juego de los alumnos. Esto demuestra que, en la medida que podamos conseguir esa visión más cíclica de nuestra estancia en el planeta, podremos llevar a cabo iniciativas para mantenerlo a salvo. Hasta ahora siempre hemos sido muy lineales, nos hemos centrado en un principio y un fin, pero para cerrar el círculo es esencial estar cerca de la naturaleza y hacérsela llegar a los niños, que son los que formarán la sociedad del futuro. Tenemos que poner la vida, la salud y la naturaleza como hilos conductores de todas las estrategias. Desde la base social, hasta la educación, las inversiones, los mercados. Tenemos que poner la vida en el centro.

Torrego reivindica la transversalidad de la educación ambiental en el sistema educativo para que el medioambiente vuelva a ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad. Porque solo a través de las alianzas, la cooperación y los cambios estructurales que vengan acompañados de aprendizaje ambiental podremos impulsar esa transición ecológica tan necesaria en esta década.      

Texto: Cristina Suárez